Katia y Sergiy, una historia de amor y venganza en la Ucrania en guerra
El cuarto otoño de la guerra trae de nuevo una oceánica dosis de barro negro en las trincheras y la plaga habitual de ratones de campo, que provoca que estos días todas las brigadas se peleen por conseguir gatos suficientes a su disposición para evitarlos. Katherina Petrenko (Katia, a partir de ahora) ya tiene el suyo, un ejemplar gris que pasea ufano por la cocina, para tener a raya a los roedores.
Para los reporteros internacionales, Katia era en 2023 una figura muy conocida en el Donbás. Dentro de la constelación de press officers de las Fuerzas Armadas de Ucrania, con los que los periodistas debemos negociar accesos al frente, Katia era una de las más simpáticas y eficientes. Ese año, facilitó unos cuantos reportajes con su Brigada 80 a los siempre impacientes informadores extranjeros, muchos de ellos con ella misma corriendo riesgos evidentes para su vida en las posiciones de la Brigada 80.
Ahora, dos años después, Katia sigue en el mismo sitio, en la gris y sovietísimaKramatorsk, pero su actividad ha cambiado. Ya no lleva una cámara de fotos ni se dedica a negociar accesos con reporteros. Ahora maneja drones kamikaze, los letales aparatos que hoy son responsables de la mayor parte de las muertes en combate. ¿Qué ha pasado entre la Katia periodista y la actual soldado de asalto? Se puede resumir en una palabra: venganza.
Imagen de Sergiy Pavlenko, en el jardín del Maidán de Kiev.
"Antes de la guerra yo trabajaba como periodista freelance que cubría procesos judiciales y estaba especializada en corrupción. Así que recuerdo muy bien el día el 23 de febrero de 2022, la noche anterior a la invasión a gran escala. Eran las 10 de la noche y yo me encontraba aún en una sala en la que se procesaba a un político corrupto", cuenta Katia. Cuando los rusos comenzaron su ofensiva contra Kiev, ella cubrió todos los crímenes cometidos por las tropas de la Z en las zonas ocupadas, vio los cuerpos de los civiles ucranianos asesinados a tiros en Bucha y la absoluta destrucción que dejaron a su paso. Ella entendió que tenía que hacer algo para castigar al invasor. Un amigo le propuso viajar a Francia para alejarse de la guerra durante un tiempo y respirar un poco. Fue un momento bisagra en su vida: "El mismo día que salía mi vuelo desde Polonia hacia París, estaba presentándome voluntaria para realizar las labores de prensa y comunicación ante el comandante de la Brigada 80 de Ucrania".
Katia bebe un té negro en la misma taza que le regaló el comandante. Además del emblema de su unidad se lee su nick: "Bratyunya" (Hermanito). Ella explica por qué está en masculino. "Mis compañeros entre ellos se llamaban Brat [hermano], pero para no hacer distinciones conmigo, que era la única chica, el comandante decidió llamarme igual, aunque usó un diminutivo. Desde entonces todos me llamaron así y el comandante, que hoy está muerto, me regaló esta taza".
Poco a poco, los soldados y los oficiales empezaron a llevarla a la primera línea cuando ellos vieron que ella era capaz de controlar su miedo, lo que le valió el respeto de todos. Un compañero le dijo una frase que no ha olvidado: "Cada soldado en la trinchera quiere ser escuchado". Comenzó a escribir una columna semanal sobre las historias de estos hombres lanzados al combate. En una de esas entrevistas conoció a Sergiy, uno de los soldados más carismáticos de la unidad. Aunque era cinco años más pequeño que ella, se enamoró a toda velocidad. "Nadie de mi unidad tenía la más mínima intención de trabajar con la prensa, pero el komandir (comandante) le ordenó a él que hablara conmigo, porque era el soldado más talentoso. Así nos conocimos".
Petrenko, recibe una condecoración de manos del presidente Zelenski.
Estuvieron un año juntos como novios en ciudades del Donbás que hoy están ocupadas y en ruinas, pero de las que guarda un recuerdo dulce por sus citas con Sergiy en los momentos en los que la guerra se lo permitía.
- ¿En qué era el mejor?
- Como soldado y como piloto de drones. Abatió a 500 rusos, algunos quedaron heridos y otros muertos. Son cifras oficiales, comprobables con los vídeos del dron. Era muy valiente y él solo podía cambiar el resultado de una batalla. Cuando algo iba mal y él estaba descansando, lo movilizaban a toda velocidad para darle la vuelta a la situación.
La actividad en la casa es frenética. Unos soldados llegan del frente y otros salen. Se trata de una especie de taller de drones en el que preparan las unidades de cuadricópteros que cada rotación tiene que transportar hasta sus posiciones. En una habitación se acumulan cientos de ellos.
Sergiy fue condecorado en persona por el presidente Zelenski y su brigada cambió de frente. Del Donbás pasaron el verano pasado a la región rusa de Kursk, donde las condiciones de combate se endurecieron. "Él estaba en una posición rodeada de muchos soldados norcoreanos por tres direcciones diferentes, unos 150 militares. Unos 50 de ellos iniciaron un asalto tras 20 días de resistir en la trinchera sin poder salir. Él me contó [gracias a la conexión que proporciona la antena Starlink] que durante días los rechazaron incluso a tiro de pistola. La versión oficial es que lo mató un dron del enemigo", recuerda Katia con los ojos acuosos.
- ¿Has superado su pérdida?
- Los primeros días yo no podía ni hablar. Lloraba todo el tiempo. Estaba paralizada. Me preguntaba por qué el enemigo me lo había arrebatado todo, no sólo a mi amor, sino que había destruido las ciudades en las que habíamos sido felices y también había matado a mis amigos de la unidad. Por eso nunca me quedé parada del todo. En muy poco tiempo me recuperé físicamente y me puse a recibir clases de manejo de drones y a intentar recordar lo que él me enseñó.
- ¿Qué parte de tu idea de convertirte en piloto de drones y dejar de trabajar para la prensa tiene que ver con la venganza?
- El cien por cien.
- ¿Eres tan letal como él?
- Ya llevo unos 20 objetivos abatidos y cada día mejoro en el manejo del dron.
Alguien opina lo mismo que ella, que cada vez es mejor, porque Zelenski, hace unas semanas, también la condecoró a ella igual que hizo antes con Sergiy.
Katia lo cuenta mientras modifica una montaña de drones para hacerlos llegar más lejos de lo que prevé su fabricante. "El problema es que cada vez nos llegan aparatos de marcas distintas, con distintas características y diferente comportamiento en combate, así que tenemos que ir adaptándonos cada día al nuevo material. Cuando ya nos acostumbramos a él, el Ministerio de Defensa de Ucrania nos manda drones nuevos que jamás hemos probado antes... Y así nos pasamos la vida", comenta Katia con cierta pesadumbre.
- ¿Qué quieres hacer después de la guerra, Katia?
- Tengo dos proyectos que me gustaría terminar: una película sobre Sergiy a partir de todo el material gráfico que grabamos juntos y un libro sobre todas mis experiencias en la guerra.
- Para conseguirlo, debes llegar viva al final de esta invasión.
- Yo en cambio creo que estoy preparada para la muerte. En cierto modo, sería el final lógico para esta historia. Reencontrarme con Sergiy en la otra vida.

