La reunión de Trump con Putin en Budapest queda en suspenso tras anunciarla la semana pasada
Donald Trump y Vladimir Putin no se van a reunir en Budapest. No de momento al menos. Así lo ha confirmado la Casa Blanca este martes a través de una alta fuente, que ha explicado que si bien el secretario de Estado, Marco Rubio, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, "tuvieron una conversación productiva", ahora "por lo tanto, no es necesaria una reunión presencial adicional" entre ambos. Y como consecuencia, "no hay planes para que el presidente Trump se reúna con el presidente Putin en el futuro inmediato".
El mensaje es confuso. La semana pasada, Trump indicó cuál sería la secuencia: llamada de teléfono con Putin, visita de Zelenski, encuentro entre los ministros estos días y una cita en Budapest entre sus líderes. No había fechas precisas, pero el sentir es que sería en cuestión de dos o tres semanas. Y ahora, esa cadena se parece haber roto sin ninguna explicación, pretendiendo que lo ocurrido es casi la consecuencia normal.
Las últimas 96 horas, tras la reunión con el líder ucraniano, han sido muy agitadas en Washington. Tras una comparecencia previa razonablemente amistosa entre ambos en la Casa Blanca, la prensa estadounidense informó durante el fin de semana de que la cita, de más de dos horas, no había salido como lo esperado en Kiev y Bruselas. Trump, repitiendo de nuevo muchos de los argumentos de Moscú, habría presionado a Zelenski en la misma línea de principios de año, empujándolo a asumir la pérdida de todos los territorios que están ahora mismo en manos rusas. E incluso recalcando que según Putin esto no es una guerra, sino "una operación especial".
Los mensajes en la capital hablan también de un cisma en el seno de la Administración, con el empresario inmobiliario Steve Witkoff, el enviado especial del presidente que se ha reunido varias veces con Putin en Moscú, como el que más empuja en esa dirección. Mientras que Marco Rubio, ministro de Exteriores y con mucha más experiencia en temas internacionales, abogaría por una línea menos complaciente con la visión del Kremlin. El propio Zelenski, de vuelta en su país el sábado, no pudo ocultar su frustración hacia Witkoff, recalcando cómo le tiene que explicar una y otra vez ciertas ideas y desmontar los mitos que el enviado estadounidense repite, especialmente sobre la población rusófona, que no forzosamente rusófila, del Donbás.
Rubio y Lavrov han hablado por teléfono sobre los próximos pasos, según un breve resumen del Departamento de Estado de EEUU. Rubio "enfatizó la importancia de los próximos compromisos como una oportunidad para que Moscú y Washington colaboren para impulsar una solución duradera de la guerra entre Rusia y Ucrania, en línea con la visión del presidente Trump", según expresó su equipo. Pero fuentes citadas por la CNN apuntan a que no hubo ningún avance, que las posiciones están muy alejadas. Y que, además, Lavrov no tiene ningún mandato para ofrecer nada. Que toda negociación depende del Kremlin. Mientras tanto, Moscú definió la llamada como una "discusión constructiva" que abordó "posibles pasos concretos para implementar los entendimientos" que Trump y Putin alcanzaron en su propia llamada.
Y ahí es donde entran también en juego los líderes europeos, que al igual que hicieron en verano, antes del encuentro Putin-Trump de Alaska, se han movilizado a toda prisa para presionar a EEUU y llevar un plan muy definido de antemano, confiando así en impedir que el ruso, infinitamente más hábil y experimentado que el estadounidense, le engatuse. Como parece lograr después de cada conversación, en palabra del que fuera alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell.
La hoja de ruta europea
Así se explica la hoja de ruta de 12 puntos que los europeos, de la mano de los ucranianos, han perfilado. Y que arranca con la idea de congelar los frentes donde están ahora, tal y como Trump pidió el pasado viernes y como Zelenski pareció aceptar. Con condiciones. Según ese plan, adelantado por Bloomberg, se crearía una especie de "junta de paz", que es la misma fórmula que tanto gustó al líder republicano para Gaza. Y esa junta, con él al frente, supervisaría los pasos hacia la paz.
Una vez que Rusia aceptara un alto el fuego, y ambas partes se comprometan a detener los avances de sus tropas, la hoja de ruta aboga por el regreso de todos los niños secuestrados a Ucrania y un masivo intercambio de prisioneros. Además, Ucrania recibiría garantías de seguridad, fondos para reparar los daños causados por la guerra y una vía para poder entrar lo antes posible en la Unión Europea. Rusia, por su parte, vería cómo las sanciones internacionales se van levantando secuencialmente. Y no tendría acceso a sus activos congelados hasta que no hubiera acuerdos concretos sobre reparaciones de guerra.
En estos nueve meses, Trump ha dado bandazos una y otra vez. La posibilidad de posponer o cancelar la cita de Budapest es uno más. A veces habla de grandes sanciones a Moscú, de permitir ataques ucranianos a las grandes ciudades rusas. O contempla venderle misiles Tomahawks, como parecía sugerir en las últimas semanas. Pero al mismo tiempo, y sin que haya explicaciones concretas, elogia a Putin, dice que quiere la paz, que mantienen una muy buena relación o carga contra Kiev. Mientras organiza encuentros personales o baraja la posibilidad de que sean a tres bandas.