El Donbás ucraniano recupera la estética 'Mad Max' de 2014

Oct 12, 2025 - 00:00
El Donbás ucraniano recupera la estética 'Mad Max' de 2014

En enero del 2022, poco antes de que Rusia lanzara su invasión general de Ucrania, los viandantes de Kiev podían asistir a una peculiar exhibición muy cerca del ingente monumento "Madre Ucrania".

Se trataba de un recorrido por muchos de los vehículos que usaron los voluntarios locales durante la primera fase del conflicto, en 2014 y 2015. Allí se podía ver desde una de los míticas 'ranas acorazadas' -un viejo camión soviético UAZ reconvertido en blindado en una fábrica de locomotoras- al 'cohete', una vetusta furgoneta con placas de metal adosadas, que recibió ese apodo irónico por su escasa velocidad.

Eran todos artilugios más propios de guiones como el de Mad Max. "En aquel entonces los necesitábamos para defendernos de la metralla y ahora han regresado para protegernos de los drones. En aquellos años buscábamos proteger los lados. Ahora tenemos que protegernos la cabeza", explica el teniente coronel Yehor 'Kent', de la Brigada Mecanizada 93, que también peleó en 2015 en el Donbás.

La estética más apocalíptica se ha apoderado una vez más del Donbás ucraniano, donde el avance de las fuerzas rusas -lento pero constante-, apoyadas por una nueva realidad bélica, la primacía de los drones (UAVs), ha recuperado en localidades como Druzhkivka, Kostyantynivka, Sloviansk o Kramatorsk el recuerdo del inicio de la guerra en 2014, cuando todas estas poblaciones fueron ocupadas por las milicias separatistas apoyadas por Moscú.

El pasado martes, el propio Vladimir Putin proclamó que sus fuerzas han capturado unos 5.000 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano este año, lo que supondría un 1% de todo el país. El grupo ucraniano de seguimiento Deep State admitió que, a finales de septiembre, los rusos habían tomado el control de más de 3.000 kilómetros cuadrados, la mayoría en el Donbás.

Las calles de todas estas poblaciones se han vuelto a llenar de máquinas de cuatro ruedas tan aparatosas como turbadoras. Las llaman barbacoas -mangals, en ucraniano-. Todoterrenos recubiertos de rejas y hasta una miríada de pinchos como si fueran puercoespines.

El que conduce Ivan 'Vaha', otro militar de la misma Brigada 93, es un Peugeot Landtrek reforzado con una jaula entrelazada con mallas. "Se las colocamos después de que un dron nos atacara el 15 de abril del 2024. Tuvimos mucha suerte. Todos quedamos heridos pero no murió nadie", indica.

Aunque las barbacoas ya se usaban para proteger a los tanques, la multiplicación de los coches Mad Max ha sido una respuesta reciente a la omnipresencia de los drones, que ahora son el arma dominante de esta guerra. Según Oleksander Kamyshin, asesor del presidente Volodimir Zelenski, ahora el "85% de todos los objetivos en el frente son atacados con drones".

El coche de Ivan iba protegido por un sistema de interceptación electrónica antidrones (EW). "Pero era un dron de fibra óptica", puntualiza. La introducción de esta nueva táctica ha resquebrajado la eficacia de este tipo de sistemas de bloqueo de radiofrecuencias.

Mientras reparaban su Peugeot -que todavía muestra partes del metal rasgadas por el impacto-, la unidad de Yevhen comenzó a usar otro vehículo protegido por una barbacoa. En mayo sufrieron otro ataque. "El coche quedó dañado pero todos salimos indemnes", apostilla el militar para incidir en la eficacia de estas mallas metálicas. "Te quitan velocidad, pero te añaden seguridad", agrega.

Intensificación de los combates

La profusión de coches Mad Max es sólo un elemento más que incide en la intensificación de los combates en el Donbás ucraniano. Kilómetro a kilómetro, la línea divisoria con los territorios ocupados por los rusos -que consiguieron alejar en 2014 y 2015- han vuelto a aproximarse a Druzhkivka, Kramatorsk o Sloviansk, que hasta hace poco podían considerarse como la retaguardia del frente.

El proceso semeja ser un calco de la devastación progresiva que se abatió sobre enclaves como Bajmut, Pokrovsk y ahora Kostyantynivka. Los ataques esporádicos se han tornado en rutina casi cotidiana y su legado -los edificios reducidos a escombros- han dejado de ser una excepción.

Yevhen Fialko es un enamorado de la historia de Druzhkivka y por eso apadrinó en 2018 la fundación del que llamó "Museo de la Resistencia" de Donbás. Eligieron un edificio de finales del siglo XIX que pasó de ser una fábrica belga a prisión de las fuerzas del zar, de los alemanes nazis, de la policía secreta de la Unión Soviética y, en 2014, de las milicias prorrusas.

El ucraniano recuerda que el pasado no ha sido muy condescendiente con Druzhkivka. Tan solo en los años posteriores a la revolución que derrocó a los zares, la población cambió 22 veces de manos.

"La gente fue asesinada y torturada durante más de un siglo" en ese mismo habitáculo, rememora Fialko.

Su propio caso es un ejemplo de los bandazos que ha dado la historia de la villa. Quien fuera director del semanario local Nasha Druzhkivka tuvo que huir de la población el 10 de mayo de 2014, después de que los separatistas se apoderaran de la ciudad en abril, al mismo tiempo que tomaban el control de Kramatorsk, Sloviansk, Kostyantynivka y otras localidades del Donbás ucraniano.

"Mi nombre apareció en una lista de personas a ejecutar que tenía Igor Girkin (un ruso que se convirtió en líder militar de los sublevados)", asevera.

Los milicianos instalaron su cuartel general en Druzhkivka justo en la antigua prisión y retomaron el uso que habían tenido las instalaciones. "No sólo torturaban. Los que estuvieron presos hablan de gente que salía de las celdas y que nunca volvía", precisa.

La revuelta inicial acabó en debacle cuando el ejército ucraniano lanzó una ofensiva en el verano de ese mismo año. Druzhkivka fue liberada el 5 de julio. "Huyeron unos 200 vecinos que se habían significado por su apoyo a los separatistas y tenían las manos manchadas de sangre", aclara Fialko.

Él regresó el 12 de julio. Un año más tarde consiguió acceder a la antigua prisión, que había permanecido clausurada desde la retirada de las fuerzas secesionistas. "Todavía había manchas de sangre en el suelo, pelo de mujer y unas cadenas enganchadas a una tubería, donde encadenaban a las víctimas", rememora.

Once años más tarde, en febrero del 2022, Fialko tuvo que volver a huir cuando los cohetes rusos comenzaron a caer cerca de su domicilio. Esta vez para no regresar, ya que terminó instalándose en Israel. Desde allí, el antiguo periodista reflexiona sobre la posibilidad de que Druzhkivka -y por ende todo el Donbás- vuelvan a caer en manos de los rusos.

"Si vuelven, lo que ocurrió en 2014 en unos pocos meses será como haber pasado por un jardín de infancia. Europa no se da cuenta de que (los rusos) son los (nuevos) mongoles", concluye.

La antigua sede del museo permanece ahora cerrada, lo mismo que la mayoría de las dependencias oficiales de Druzhkivka, azotada por los asaltos de los drones y los bombardeos rusos. El pasado 2 de agosto una oleada de shaheds (drones de origen iraní) arrasó el mercado central en pleno día. Un suceso que desafió a la lógica porque no dejó ninguna víctima, pese al enorme incendio que consumió decenas de negocios. Esta última semana la villa ha sido bombardeada por cohetes y drones de forma sistemática.

Nuevo formato de toque de queda

La localidad acaba de estrenar un nuevo formato de toque de queda que refleja la precaria situación que enfrenta. Los residentes sólo pueden salir a la calle cuatro horas al día: entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde.

Al igual que en otras regiones, las autoridades del Donbás han lanzado un programa acelerado de colocación de redes anti drones en numerosas carreteras. Los túneles de mallas se extienden ya por decenas de kilómetros, añadiendo un tono futurista al paisaje rural que siempre definió a esta región.

Hay rutas como la autopista M-03 que unía la región de Járkiv con Donetsk, y que pasaba por Izium, que quedó cortada a principios de septiembre ante las repetidas acometidas de los UAVs rusos.

Las que están protegidas por las redes también se han tenido que dotar de equipos de reparación, dado que los drones han empezado a golpear los postes para tirar abajo la obra.

Los trabajos de colocación de mallas coinciden con el despliegue masivo de obstáculos antitanques y alambre de espino, y la excavación de nuevas zanjas y trincheras, que se aprecia por doquier.

A menos de 20 kilómetros de Druzhkivka, Kramatorsk sigue siendo una población de 53.000 habitantes -llegaron a ser más de 150.000 antes de la invasión del 2022- donde los visitantes pueden disfrutar de sushi o ramen pero al mismo tiempo tienen que lidiar con repetidos bombardeos y la creciente amenaza de los UAVs rusos de último modelo.

El pasado día 5, un avión no tripulado accionado por fibra óptica -temidos por ser inmunes a las medidas de interceptación electrónica- atacó un coche en pleno centro de la villa. Afortunadamente, estaba vacío. El hecho, inédito, marcó otro paso en la aproximación del conflicto a la villa.

Igor Gumenyuk ha servido dos veces en Donbás en los últimos dos años. Ahora pelea en Konstantinivka pero reside en Kramatorsk. El día 5 acababa de pasar por la misma avenida que fue objetivo del AUV ruso. "Pensé que el ruido (la explosión) era el sonido de un motor. En las calles de Kostyantynivka hay muchos coches quemados (por los ataques de los drones). Cuando llegué hace dos años a Kramatorsk casi no había gente en las calles. La vida volvió poco a poco, pero ahora se vuelven a marchar", comenta.

Dos días más tarde, los rusos lanzaron varias bombas de cientos de kilos acompañadas de otros proyectiles cargados con munición de racimo contra la misma urbe.

Las detonaciones interrumpieron la conversación de Ivan 'Vaha', el conductor del Peugeot Mad Max.

"¿Son Kab (así se llaman los descomunales artefactos)?", inquirió el militar. Su compañero, Yevhen 'Krava', de 28, asintió mientras se repetían los brutales estallidos a poca distancia.

La proliferación de los drones ha conmocionado la vida de los habitantes de Donbás pero también la de los soldados que luchan en esta guerra. El conflicto ha pasado a ser una mezcla de imágenes propias de los textos de William Ford Gibson y su ciberpunk y otras ancladas en el pasado. Una combinación de lo que serían tácticas de la Primera Guerra Mundial y las que se podrían poner en práctica en una Tercera, parafraseando al Almirante francés Pierre Vandier, un alto responsable de la OTAN.

La égida de los tanques ha concluido y casi no se les ve ya en el frente. Según fuentes ucranianas citadas por el diario The New York Times, de los 31 blindados Abraham que EEUU suministró al país en 2023 -los más modernos del arsenal de Washington-, 19 han sido destruidos, dañados o capturados, tras sufrir el embate de los drones. El resto ha sido retirado de la primera línea de combate.

"La nueva orden es que todas las unidades lleven a un soldado armado con una escopeta de cartuchos (como las de caza). Es el arma más eficaz contra los drones", aclara el teniente coronel Yehor 'Kent'.

Yehor habita en un sótano de un edificio de apartamentos habilitado como cuartel general de su agrupación. Tardaron dos semanas en prepararlo. Nadie podría imaginar que tras bajar las viejas escaleras y abrir la puerta de metal se encontraría con dependencias repletas de ordenadores conectados a drones, habitáculo con literas para los soldados y hasta una habitación con ducha y lavadora.

Se han trasladado a este enclave hace sólo dos jornadas. Antes estaban en Kostyantynivka pero la actividad de los AUVs hizo imposible su permanencia en esa localidad. "Cuando estábamos viniendo hacia aquí, un dron se estrelló conra un coche de bomberos que iba a apagar un fuego delante de mi vehículo", recuerda Max 'Schmitz', el número dos de Yehor.

Este último se acerca a una de las salas y regresa con la escopeta semiautomática de postas de origen turco que han incorporado a su arsenal. "Tiene 10 cartuchos. Cada vehículo tiene que llevar un soldado con una en la parte de atrás", dice.

Artur 'Alvarez' es uno de esos "porta escopetas". En las 4 ocasiones en las que ha sido enviado a combatir en el frente de Kostyantynivka, ha derribado cerca de 30 drones, según su contabilidad. "Hay que disparar a unos 30 ó 50 metros. La clave es no tener miedo", asevera.

La conversación se detiene cuando unas imágenes en las pantallas de los ordenadores captan la atención de Yehor. Los AUVs ucranianos han detectado a dos soldados rusos corriendo entre una arboleda.

"¡Tened cuidado. No les perdáis de vista!", grita al piloto de los aparatos, con el que está conectado vía satélite.

Lo siguiente que se ve son enormes columnas de humo. La artillería ucraniana está batiendo la zona donde se ha guarecido la pareja. "Ya estamos mandando un dron para bombardear ese mismo lugar", apostilla Yehor.

Nuevo estilo de asalto ruso

Tanto el teniente coronel como Max 'Shmidt' corroboran que ese tipo de avances, pequeños grupos de dos o tres personas, forman parte del nuevo estilo de asalto ruso. "A veces van a pie, otras en moto e incluso en bicicleta", apunta el oficial.

Los medios rusos han empezado a difundir la idea de que el ejército de ese país quiere resucitar incluso la "caballería", recuperando a los cuadrúpedos para sus ataques. "Se usan dos jinetes. Uno dirigiendo al caballo y otro cubriendo el avance con su arma. Al llegar a su destino, desmontan y atacan el reducto enemigo", explicó un oficial ruso al periódico Kommersant.

La infiltración de los militares de Moscú se ha visto facilitada por la carestía de tropas que afronta el ejército ucraniano. Como explicaba un analista de la publicación Pravda Ucrania, la falta de soldados ha "creado agujeros" en las líneas de defensa "que cada vez son más grandes" y por donde se están colando los militares rusos.

La penetración de unidades rusas siguiendo estas maniobras provocó una grave crisis de agosto pasado en Dobropillia, a unos 50 kilómetros al sur de Druzhkivka. La infiltración sólo se pudo frenar con el recurso al envío de refuerzos de emergencia.

Entre ellos figuraba otro elemento futurista de esta era tan desquiciada. Los robots con ametralladoras de la 93 Brigada, que montaron personajes como Dmytro 'Khomyak', de 32 años, y Olexander 'Bratan', de 50.

El segundo señala a una de las plataformas acumuladas en el jardín de la vivienda que hace las veces de garaje. "Colocamos una ametralladora pesada y unos altavoces con música, y los lanzamos a batir todo el terreno", precisa.

Los robots que arreglan Dymytro y Olexander forman parte del cambio abismal al que se asiste en esta contienda. "En estos momentos el 30 ó 40% de los envíos logísticos se hacen ya con estos robots. Estamos preparando este otro que será un robot kamikaze. Relleno de explosivos", agrega el primero.

Max 'Shmidt' apunta al objetivo primordial de los ataques rusos, que no es desbaratar las líneas de defensa ucranianas sino su sistema de suministro. "Los rusos quieren cortar las líneas de abastecimiento logístico", puntualiza.

'Shmidt' también es un veterano de esta conflagración. Se alistó en diciembre del 2014. "En 2014 y 2015 podías imaginar cualquier tipo de ofensiva. En este momento no, tienes que pensar en los drones. La guerra cambia cada dos meses".

Max y Mihailo 'Mishka' -que conduce otra barbacoa, un Toyota blindado recubierto de enrejado y una tela de camuflaje- coinciden en que pese a la similitud en la estética de los vehículos Mad Max, la confrontación de 2014 y la actual no guardan ningún paralelismo. "Ahora (los rusos) no capturan las ciudades, las hacen desaparecer, arrasándolas primero", sentencia Mihailo, que nació en la cercana Kostyantynivka.