Emmanuel Macron se reúne con Xi Jinping: "Nos enfrentamos al riesgo de la desintegración del orden internacional"
Mientras el discurso oficial de la Unión Europea se endurece hacia China, los líderes más influyentes del bloque hacen las maletas para viajar por turnos a Pekín y cortejar al presidente Xi Jinping con la esperanza de equilibrar unas relaciones comerciales cada vez más tensas y regresar a casa con acuerdos de inversión favorables.
El camino lo abrió Pedro Sánchez, que ha logrado que el gigante asiático lo reciba en tres ocasiones en los últimos dos años. Esta semana es el turno del presidente francés Emmanuel Macron y, a principios del próximo año, está prevista la visita del canciller alemán, Friedrich Merz. Desde el Reino Unido, otro actor fundamental en la ecuación europea, también se trabaja para organizar un viaje oficial a Pekín en enero del primer ministro Keir Starmer.
Este jueves, Xi desplegó la alfombra roja para la visita de Estado de Macron. El líder chino tendrá con el mandatario francés un gesto significativo que no ha ofrecido a otros dirigentes europeos ni a jefes de Estado de otros continentes: lo acompañará de viaje hasta la capital de otra provincia china. Xi y Macron se desplazarán a Chengdu, en el oeste del país, que hace apenas un mes acogió la primera parada del viaje de Estado de los Reyes Felipe VI y Doña Letizia.
Macron aterrizó el miércoles por la noche en Pekín acompañado de su esposa, Brigitte, y de una delegación de más de 80 personas, incluyendo varios ministros y casi 40 directores ejecutivos de grandes empresas francesas. La composición de la comitiva deja al descubierto el marcado carácter económico de la visita. No es casual: el déficit comercial de Francia con China alcanzó los 47.000 millones de euros en 2024.
"Nos enfrentamos al riesgo de la desintegración del orden internacional que trajo paz al mundo durante décadas, y en este contexto, el diálogo entre China y Francia es más esencial que nunca", afirmó Macron este jueves.
El presidente francés busca atraer nuevas inversiones de compañías chinas y facilitar el acceso de las exportaciones francesas al vasto mercado asiático. Para ello, ha firmado con Xi varios acuerdos en los sectores de la energía, la industria alimentaria y la aviación.
Según han recogido los medios estatales chinos, Xi dijo a Macron que China y Francia "deberían demostrar su responsabilidad, defender la bandera del multilateralismo y mantenerse firmemente en el lado correcto de la historia". El presidente francés respondió asegurando que, a pesar de los desencuentros entre Pekín y París, ambos tienen la responsabilidad de "encontrar mecanismos de cooperación para resolver las diferencias".
Además de la agenda económica, Macron aprovechó el encuentro para plantearle directamente a Xi un mensaje que hasta ahora había expresado solo frente a las cámaras y en foros internacionales: que China utilice su influencia sobre Rusia para presionar a Vladimir Putin hacia un alto el fuego en Ucrania y allanar el camino a negociaciones de paz creíbles.
Casi cuatro años después de la invasión rusa, Pekín no ha vacilado en su apoyo diplomático y económico a la ofensiva bélica ruso. Además de comprar petróleo, los últimos informes -como el publicado a finales de noviembre por Financial Times- apuntan a que el Gobierno de Xi continúa suministrando piezas para drones que otorgan a Moscú una ventaja en el campo de batalla.
Durante los últimos años, Macron ha oscilado entre posturas más confrontativas y otras más conciliadoras respecto a China. A veces se presenta como el líder europeo más duro frente a Pekín, denunciando la presión del régimen sobre el comercio global, la seguridad y la diplomacia. En otras ocasiones, adopta un tono más pragmático, subrayando que la Unión Europea no debe replicar la estrategia de confrontación permanente que impulsa Estados Unidos en su relación con la segunda potencia mundial.
Un día antes del encuentro de Macron con Xi en Pekín, en Bruselas presentaron dos propuestas para reducir el riesgo de sus vínculos con China, desde las "armas comerciales" que deben usar para contratacar ante la "coerción", hasta la estrategia para poner fin a la dependencia de China sobre las tierras raras, cuya extracción y procesamiento están dominados por Pekín.
La Comisión Europea anunció también que recurriría a políticas económicas más estrictas para reforzar la seguridad del suministro de estos materiales cruciales para sectores como la automoción, la electrónica y la defensa. Con ese fin, se dio a conocer un fondo estratégico de casi 3.000 millones de euros destinado a impulsar proyectos en minería, refinado y reciclaje de minerales y metales esenciales.
En este contexto, crece el debate en Europa sobre cómo equilibrar la necesidad de proteger su autonomía estratégica sin renunciar al acceso al mercado chino, que sigue siendo demasiado indispensable para muchas industrias. Las tensiones internas dentro de la UE -entre quienes abogan por una línea dura y quienes prefieren una aproximación más pragmática, como España- añaden complejidad a una relación ya de por sí delicada.
Para Pekín, visitas como la de Macron de estos días, o como la de los Reyes de España en noviembre, representan una oportunidad para mostrarse como un socio confiable en medio de un clima internacional volátil, a la vez que intenta evitar que Europa se deslice hacia la órbita geopolítica de Washington.