La Patria Grande pierde a una de sus revoluciones más emblemáticos con la nueva presidencia en Bolivia

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Durante dos décadas, la Patria Grande exhibió a Bolivia como una de sus grandes conquistas. El bloque izquierdista y populista de las Américas no sólo se vanagloriaba del factor identitario de la revolución indígena, sino también de la bonanza económica alcanzada a raíz de la nacionalización de los hidrocarburos y la reducción de las tasas de pobreza y desempleo.
Al frente del despertar boliviano se situó el dirigente cocalero Evo Morales, que contó durante años con el apoyo decidido de Hugo Chávez y Fidel Castro. Ninguno de los dos comandantes revolucionarios sobrevivió a Evo, pero Morales tampoco ha sobrevivido a sí mismo. Acorralado por sus escándalos personales -cuenta con una orden de busca y captura desde el año pasado por trata de personas-, por el fracasado fraude electoral de 2019 y por la guerra fratricida contra su sucesor, el presidente Luis Arce, Morales vivió la segunda vuelta electoral acorazado en su fortaleza del Trópico de Cochabamba. Y cruzando los dedos para que el nuevo presidente no sea el conservador Jorge Tuto Quiroga, quien más duro ha luchado contra el ex presidente.
"La llegada de Evo al poder fue importante para el proyecto de la Patria Grande y del socialismo del siglo XXI porque era la primera vez que un indígena accedía a un cargo tan importante en uno de los países de la región. Fue un impacto mundial: Evo fue recibido en Europa como un emblema de la lucha de los pueblos y del acceso al poder después de muchas décadas de maltrato y opresión. Lo que nadie pensaba es que se iba a convertir en el peor ejemplo, la filial del proyecto de Chávez y Cuba en la región, que en Bolivia ha terminado con una sociedad quebrada y una economía destruida en un complejo escenario político, social y cultural", explica a EL MUNDO el politólogo Miguel Velarde.
Tanto Quiroga como el ganador de la primera vuelta, el centrista Rodrigo Paz, suponen el comienzo de una nueva política posrevolucionaria para el país andino. Ambos lo quisieron dejar muy claro en la misma jornada electoral, conscientes de que la distancia con el Gobierno y sus recetas para sacar a Bolivia de la crisis energética, económica y alimentaria que abruma a sus ciudadanos serán determinantes para señalar el nombre del elegido en una votación muy apretada.
"Elija usted al que quiera; terminó una etapa muy desagradable", destacó Paz, que en las últimas horas había recuperado la condición de favorito en Polymarket. "Tenemos la oportunidad de terminar con 20 años destructivos", acompañó Quiroga, quien se mantuvo como el más apoyado en las últimas encuestas de una campaña en la que ambos dirigentes opositores han mantenido una actitud y unas formas muy alejadas de los extremismos tan de moda.
Un territorio, el populista y radical, donde Evo Morales se ha movido como pez en agua. "Lo que debía ser una fiesta democrática terminó convertida en una farsa electoral. Una elección manipulada para imponer candidaturas que no expresan la voluntad del pueblo, sino los intereses del imperio y de las élite económicas", porfió ayer domingo en sus redes, dolido el exmandatario todavía por las sentencias que impidieron su deseo de convertirse en candidato y presidente perpetuos.
"La realidad de Evo es hoy muy diferente: se ha convertido en una figura muy rechazada a nivel internacional, también en la propia Bolivia, donde es una de las figuras con peor imagen, pese a que mantiene un núcleo duro de entre 15% y 20% de personas que todavía le apoyan. Su situación es muy complicada, no sólo políticamente, sino también judicialmente: enfrenta graves acusaciones por hechos delictivos muy delicados, que finalmente va a tener que afrontar con este cambio político y el nuevo Gobierno que asumirá el 8 de noviembre. Es muy posible que la complicidad y la gente que han cubierto a Evo durante tantos años no lo sigan haciendo y tenga que enfrentar a su nueva realidad", vaticina Velarde para este periódico.
Las consecuencias para la Patria Grande del cambio político en Bolivia se van a ver muy pronto en la Cumbre de las Américas. El enfrentamiento entre bloques previsto para el gran cónclave que se celebrará en diciembre en República Dominicana se ha adelantado unas semanas, nada más conocerse que el presidente Luis Abinader no invitará a las tres dictaduras de la región: Venezuela, Cuba y Nicaragua.
De inmediato, la mexicana Claudia Sheinbaum y el colombiano Gustavo Petro anunciaron su renuncia a participar en la cumbre por el mismo motivo aducido en la organizada en 2022 por Joe Biden en Los Ángeles. Si no van sus aliados, ellos tampoco.
Al rechazo se unió de inmediato el Gobierno de Arce, que, pese a las desavenencias con Evo, mantuvo su alianza estrecha con el chavismo, incluida su denuncia ante el despliegue militar estadounidense en el Caribe sur. La cuestión es que en diciembre un nuevo presidente, moderado y opositor, estará al frente del país andino.