Sloviansk y Kramatorsk, las líneas rojas que Zelenski no puede violar

Aug 17, 2025 - 00:00
Sloviansk y Kramatorsk, las líneas rojas que Zelenski no puede violar

El 12 de abril de 2014, el coronel ruso del FSB Igor Girkin, alias Strelkov (tirador) entró con su bigotito de paramilitar y su chaqueta cruzada de corte zarista en la comisaría de la localidad minera de Sloviansk, en el corazón del Donbás. Sin tener que desenfundar su pistola, dijo una frase que, sin saberlo en ese momento, servía como comienzo al conflicto más largo y sangriento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial: «No hemos venido a negociar. El que entregue su arma se irá a casa». La propaganda rusa dijo que eran mineros locales levantados contra el «golpe de Estado» del Maidán en Kiev. No era cierto.

Strelkov, veterano de las guerras de Chechenia, Transnistria y Bosnia, iba acompañado de soldados bien equipados, pero sin parches visibles, a la manera de la ocupación de Crimea. Con el control de varios edificios públicos y un férreo toque de queda, se hizo con la ciudad y extendió una rebelión contra Kiev que mezclaba una violenta intervención exterior con cierto apoyo local, ya que una parte de la población del Donbás, rusoparlante, es fruto de décadas de rusificación soviética con gente desplazada a la fuerza desde los confines del viejo imperio de la hoz y el martillo.

Retirada hacia Donetsk

En julio de aquel mismo año, Strelkov y sus hombres tuvieron que retirarse hacia la capital de la región de Donetsk. Lo hizo de noche, antes de ser detenido por las fuerzas ucranianas que rodeaban esta ciudad y su vecina Kramatorsk. Se consideró la primera victoria de Ucrania aquellos días caóticos, la consolidación de varias poblaciones que, desde ese momento, formarían una fortaleza contra la agresión rusa junto a otras como Konstantinivka, un cinturón elevado sobre valles que hasta ahora ha sido inexpugnable. Hoy Strelkov, un ultranacionalista opositor a Putin, está preso de su propio gobierno en Rusia.

Una de las exigencias que Putin va a poner sobre la mesa es la entrega por parte de Ucrania del resto de la región de Donetsk que aún no han ocupado las tropas de la Z. Se trata de una petición que supone, de facto, una rendición de Ucrania. «No nos iremos del Donbás. No podemos hacerlo. Todos olvidan lo principal: nuestros territorios están ocupados ilegalmente. Para los rusos, el Donbás es un trampolín para una nueva ofensiva. Si nos vamos de allí por nuestra cuenta o bajo presión, nos llevará a una tercera guerra con Rusia», dijo el pasado martes Volodimir Zelenski.

11 años de bombardeos

En esas ciudades, hoy convertidas en un bastión, Kiev ha trazado una línea roja. Se trata de poblaciones que se han convertido en un símbolo de resistencia tras 11 años de esfuerzo bélico del Kremlin para echar a los ucranianos de allí y repoblar con personas de otras zonas de la Federación Rusa, igual que ya han hecho con Mariupol o Berdiansk.

Edificio bombardeado en Kramatorsk.

Edificio bombardeado en Kramatorsk.ALBERTO ROJAS

Hoy, Sloviansk y Kramatorsk son ciudades en las que aún viven miles de habitantes, pero que han perdido al menos dos tercios de su población. Estos conviven con todas las brigadas ucranianas que defienden esa zona del Donbás. El negocio más rentable son las tiendas de ropa militar y complementos del soldado, que han abierto en el centro de ambas urbes. Coches y vehículos militares pesados se cruzan por las calles con los clásicos Lada y Zhiguli de origen soviético, conducidos por agricultores que aún viven de la riqueza de su tierra negra.

El sonido de las sirenas antiaéreas es la banda sonora habitual de sus calles, de la misma forma que lo común es que los checkpoints militares hagan detenerse cualquier vehículo cada pocos kilómetros para comprobar la documentación. Sus autoridades buscan de manera continua observadores prorrusos que trabajen para los ocupantes señalando objetivos, algo que es habitual. El propio alcalde de Sloviansk suele cambiar la localización de su oficina cada pocos días para que no sea fácil encontrarlo.

Ambas ciudades se encuentran a unos 30 kilómetros de la primera línea del frente y, por tanto, sufren multitud de amenazas. Durante los primeros dos años de guerra, el bombardeo con misiles S300 era habitual. Incluso a Sloviansk llegó a alcanzarla la artillería rusa antes de ser liberada la vecina Liman en octubre de 2022. Ahora, los ataques con drones Shahed y con bombas guiadas con habituales, lo que ha provocado que edificios pulverizados convivan con otros que aún siguen en pie. Sin duda, otro de los grandes negocios de la zona, al margen del carpintero de ataúdes, es el de cristalero. Cada vez que un misil cae en la ciudad (y caen habitualmente) rompe cientos de cristales de las torres soviéticas en las que aún quedan residentes. Muchos pisos, ya vacíos, han sido tapiados con madera. A pesar de todo, aún llegan los trenes desde Kiev. En la estación de Kramatorsk cometió Rusia uno de los mayores crímenes de esta guerra: bombardear a la gente que esperaba a subir al tren. Fue el 8 de abril de 2022. Un misil ruso Tochka-U mató a 59 civiles.

Sin diversión

Casi no hay lugares para la diversión en estas dos ciudades, la mayoría de los hoteles han sido reducidos a cenizas y el toque de queda cae a las 10 de la noche, aunque a las nueve ya no queda nadie en sus calles. En los pocos establecimientos que siguen en pie es difícil dormir: o Vladimir Putin te bombardea o soldados de permiso aprovechan la noche para recuperar el tiempo perdido en habitaciones contiguas con novias o amantes o prostitutas. Aquí lo llaman zpilli billi.

Lago artificial junto al río Donetsk, en Sloviansk.

Lago artificial junto al río Donetsk, en Sloviansk.Alberto Rojas

Varias pizzerías sobreviven alimentando lugareños y soldados. Las cafeterías compiten para darle a los militares su ración de cafeína con un café bastante aceptable teniendo en cuenta que Ucrania, como el resto de países ex soviéticos, era antes mucho más aficionada al té.

Desde la toma de Sloviansk por parte de Strelkov, se prohibió el alcohol en sus calles. Aunque la ciudad cambió de manos no varió su costumbre: los alcaldes actuales no desean que los soldados monten escándalos con armas de por medio. Si alguien quiere una botella de vino hay dos opciones: o la compra en la región de Járkiv o acude al floreciente mercado negro. Por una módica cantidad hasta te la acercan en moto.