Trump se pone la chapa de alguacil

Hace unos meses, en la cumbre de Múnich, J.D. Vance les anunció a las potencias europeas que Donald Trump era, de facto, el nuevo sheriff del orden mundial. Fue en ese mismo encuentro donde su vicepresidente manifestó abiertamente el desprecio por los socios tradicionales de Estados Unidos y anunció una era de política hostil hacia viejos aliados del mundo libre.
En su segundo mandato el republicano no ha perdido tiempo en auto proclamarse policía con porra tanto dentro como fuera de su país. En casa Trump despliega una propensión a militarizar federalmente ciudades donde gobiernan los demócratas, haciendo uso de un discurso apocalíptico en el que los liberales son los agentes del caos y de la destrucción del tejido social de esa América a la que el movimiento MAGA le va a devolver una grandeza que supuestamente sólo su líder puede recuperar con mano dura.
Si recientemente el mandatario desplegó a la Guardia Nacional a Los Ángeles para contener una falsa guerra civil que parecía haberse desatado en las calles como consecuencia de las detenciones de inmigrantes por parte de agentes de inmigración que se saltaron las leyes vigentes, ayer anunció que hará lo mismo en Washington para acabar con el crimen y la presencia de desamparados en las calles de la capital. En una comparecencia errática, con cartulinas en mano que nadie sabe bien quién y cómo se elaboran, Trump hizo ayer una descripción del distrito de Columbia que se asemeja más a Kabul en guerra que a una urbe en la que, si bien no está exenta de crímenes y de personas sin techo, resulta ser que desde 2023 (cuando el crimen batió récords que no se veían desde la década de los noventa), los índices de criminalidad han descendido notablemente. Un dato que el presidente y sus asesores obvian: los sucesos violentos en Washington bajaron un 26% desde del año pasado.
Como era previsible, en su alocución tremendista para dar por bueno su plan en una ciudad con una alcaldesa demócrata -con no pocos detractores por considerar que no hace lo suficiente para imponer el orden-, el presidente responsabilizó a los inmigrantes que supuestamente vienen a Estados Unidos para cometer crímenes y violar a las mujeres. Es la misma arenga populista que emplea en las localidades próximas a la frontera con México y la que utiliza para atacar a ciudades demócratas como Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Trump se cuida mucho de no mencionar la altísima criminalidad que asuela a Memphis, St. Louis o Nueva Orleans, con Gobiernos republicanos y a las que no envía efectivos federales para imponer su recetario.
Hablemos claro: hasta ayer al presidente le eran indiferentes las muertes que se producen entre jóvenes pandilleros en Washington, donde en los barrios mayoritariamente afroamericanos sus residentes han de lidiar con la inseguridad reinante, escuelas públicas sin los fondos necesarios, recortes en ayudas para la comunidad y una circulación de armas de fuego (un mal que corroe al país de una punta a la otra, pero que los republicanos ignoran convenientemente) que hace peligrar la integridad física en esas áreas urbanas y alejadas de las zonas más ricas y predominantemente blancas. Lo que provocó esta inesperada movilización es que hace unos días un par de empleados del Gobierno fueron víctimas de asaltos a mano armada en pleno centro de Washington. Trump sintió la necesidad de hacer un show ejemplarizante.
El despliegue de la Guardia Nacional y de agentes del FBI que van a recorrer las calles de la capital para limpiar la ciudad de vagabundos (la mayoría con problemas mentales y/o de drogadicción) y del crimen juvenil (que sobre todo golpea a las comunidades afroamericanas de bajos recursos), una vez más se impondrá con una política opaca que bordea métodos ilegales y se centra en hacer cribas que afectan principalmente a los negros, latinos y hasta otros colectivos que el trumpismo persigue con saña. En su comparecencia Trump también arremetió contra los trans, un grupo que los MAGA hostigan sin descanso. Es la particular guerra de un señor que al levantarse cada día se pone su chapa de alguacil antes de elegir a quién demonizar para justificar su deriva cada vez más autoritaria y peligrosa.