El plan de 28 puntos de Witkoff: todas las claves de un documento muy favorable al Kremlin
El supuesto plan de paz de 28 puntos elaborado entre Steve Witkoff, enviado especial de Trump para Oriente Próximo, y Kiril Dmitriev, responsable del fondo soberano de Rusia, ha nacido casi muerto porque para el principal afectado, es difícil de aceptar. La publicación de parte de su contenido en varios medios internacionales antes incluso de ser presentado a Ucrania, el país que sufriría los daños colaterales de dicho documento, va dejando consecuencias que pueden tener un enorme calado en el futuro inmediato del conflicto, pero también en el interior de la Casa Blanca.
El documento, que es una prolongación de las exigencias maximalistas del Kremlinen las que Rusia no cede nada y es la gran beneficiada, nace de una serie de reuniones en Miami entre ambos hombres de negocios. Este cara a cara llegó tras el fiasco de la prevista reunión de Budapest entre Vladimir Putin y Donald Trump, anulada por el secretario de Estado, Marco Rubio, tras una «decepcionante» llamada con el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov.
La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, dijo este jueves sobre el plan que "está en proceso de negociación y que aún se encuentra en revisión", pero confirmó que el presidente Trump lo apoya. "Es un buen plan tanto para Rusia como para Ucrania, y creemos que debería ser aceptable para ambas partes", subrayó Leavitt, quien desestimó las preocupaciones de que recoja muchas de las exigencias de Moscú. La Administración republicana también afirmó que está observando señales de que sus sanciones a los principales productores de petróleo rusos están afectando el motor económico que ha permitido a Moscú continuar financiando su guerra en Ucrania.
Dmitriev llama a la puerta
Kiril Dmitriev se presentó en EEUU a intentar arreglar el desaguisado que Lavrov provocó al ser demasiado tajante con Rubio, lo que el secretario de Estado interpretó como que Rusia en realidad no iba a moverse de sus posturas maximalistas y que no tenía sentido volver a reunirse con ellos tras la cita de Alaska. Así se lo hizo saber Rubio a Trump, que no sólo anuló la cita (o la pospuso indefinidamente) sino que le colocó a Rusia las primeras sanciones de su segundo mandato, concretamente a las petroleras Lukoil y Rosnef. Después de nueve meses de marear la perdiz por parte de Vladimir Putin para ganar tiempo adulando a Trump pero sin moverse ni un milímetro, Rubio se levantó de la mesa y acabó con el juego.
Entonces, hace tan solo unas semanas, Dmitriev intentó reunirse en EEUU con varios miembros de la Administración Trump para volver a reiniciar de nuevo el bucle. Rubio lo ignoró y Scott Bessent, secretario de Comercio, le despreció llamándole «simple propagandista». El único que le escuchó esos días fue Steve Witkoff, el hombre que se había sentado con Putin aceptando como traductora a una funcionaria del Kremlin, pensando que era una trabajadora de la embajada de EEUU en Moscú.
Dmitriev aseguró en Axios que se reunieron en Miami tres días seguidos. De esa reunión nació ese documento de 28 puntos que la parte rusa filtró con declaraciones del propio Dmitriev sobre un plan «para abordar el conflicto de Ucrania, pero también cómo restablecer las relaciones entre EEUU y atender las preocupaciones de seguridad de Rusia».
Acto seguido, el Ministerio de Exteriores de Rusia negó que se estuviera negociando ningún memorándum. ¿Cómo es posible que Moscú filtrara que negocia algo y a la vez, lo negara? Para entenderlo hay que conocer las tácticas rusas de negociación, que buscan desgastar a una de las partes negociadoras (la Casa Blanca) con algo que es, en el mejor de los casos, un embrión de plan y, a la vez, pretenden no enfadar a Trump con una postura oficial que se desmarca de la filtración.
¿Cómo pretende Rusia desgastar a la Casa Blanca? Dejando claro que existe una división interna. No les ha costado demasiado, porque en la misma noche del miércoles al jueves, el secretario de Estado, Marco Rubio, reaccionó al supuesto plan de paz sin mencionarlo: «Poner fin a una guerra compleja y mortífera como la de Ucrania exige un amplio intercambio de ideas serias y realistas. Lograr una paz duradera requerirá que ambas partes acepten concesiones difíciles pero necesarias. Por ello, estamos elaborando y seguiremos elaborando una lista de posibles ideas para poner fin a esta guerra, a partir de las aportaciones de ambas partes del conflicto». Después, la portavoz de la Casa Blanca dijo que Rubio también había participado en el documento.
Pero la parte en la que hace referencia a que «ambas partes acepten concesiones difíciles» es un mensaje claro no hacia Rusia, sino hacia Witkoff. De hecho, fuentes cercanas a la Casa Blanca revelan que la relación entre él y Rubio es inexistente. El secretario de Estado desprecia a Witkoff, al que considera un mero promotor inmobiliario sin experiencia diplomática, que parte además de un error clave: pensar que todo el que se sienta en una mesa de negociación quiere negociar.
Lista rusa de la compra
El resultado, pues, es un documento que se parece bastante a una lista de la compra elaborada por los rusos, en la que Ucrania y Europa no cuentan para nada. En estos momentos es difícil saber si el propio Trump está de acuerdo con el documento filtrado o si lo ha visto de lejos, pero él mismo ha dado el visto bueno a ventas de armamento que contradicen el propio plan de paz, que en uno de sus puntos impediría tener a Ucrania armamento occidental en el futuro.
Otro aspecto contradictorio es el hecho de que Alexus Grynkewich, comandante Supremo Aliado en Europa, haya autorizado ataques con misiles de largo alcance ATACMS (procedentes de EEUU) contra Rusia antes de que el secretario Driscoll y el general George visitaran Kiev para hablar sobre cooperación industrial de defensa, o sea, comprarle drones a Ucrania. ¿Cómo acuerdas un pacto con Rusia para limitar la industria armamentística de un país al que vas a comprarle los drones más avanzados de su arsenal?
Bruselas no compra el documento
Tras revelarse el documento, sólo quedaba la opinión, más que previsible, de Ucrania. Zelenski tenía que reunirse ayer en Ankara con Witkoff, pero anuló la reunión «furioso», según algunos testigos, al enterarse de este proyecto de plan por los medios de comunicación. El presidente ucraniano ya le dijo cara a cara en el Despacho Oval que no iba a entregar a Moscú el control de zonas que no hubieran conquistado las tropas de la Z, en referencia al resto de Donetsk que no ha sido ocupado por Rusia.
Europa, de forma casi unánime, tampoco compra la mercancía de Witkoff. «Para cualquier plan tienen que estar Ucrania y Europa sentados a la mesa», dijo la jefa de la diplomacia comunitaria, Kaja Kallas. Otro de los que parece desmarcarse de este plan de Witkoff es el general Keith Kellogg, enviado especial de Trump para Ucrania, que ha sido ignorado una y otra vez y que ha anunciado que no permanecerá en la Administración a partir de enero.
Cabe preguntarse si este proyecto, que es de Witkoff, lo es también de Trump, porque es al rubio presidente al que mejor le vendría, en plena tormenta del caso Epstein, la foto victoriosa de un plan de paz.