Juan Jose Otiñano, desplegado en Bosnia: "Fue la primera vez que Europa intentó liderar un conflicto y fracasó. Sigue sin encontrar los mecanismos para ese liderazgo"

Nov 21, 2025 - 00:00
Juan Jose Otiñano, desplegado en Bosnia: "Fue la primera vez que Europa intentó liderar un conflicto y fracasó. Sigue sin encontrar los mecanismos para ese liderazgo"

El coronel en la reserva Juan Jose Otiñano pasó siete meses y medio desplegado en Bosnia en 1993 y 1994 como parte de las Fuerzas armadas españolas integradas en la UNPROFOR, la misión de pacificación de la ONU en aquel territorio. Paracaidista de la BRIPAC, se responsabilizó de los destacamentos logísticos españoles en ese periodo y participó en las relaciones con las autoridades civiles y militares de Bosnia y Croacia.

Se cumplen ahora 30 años de la Paz de Dayton. Usted pasó siete meses y medio desplegado allí un año antes de la firma. ¿Cómo recuerda aquellos días?
El recuerdo que tengo de aquellos días es que fueron apasionantes e instructivos desde el punto de vista profesional y muy tristes y duros desde el punto de vista personal y familiar. Se perdieron muchas vidas y ver las caras de la gente impertérritas, no tenían ningún sentimiento, cómo les sacábamos desde los hospitales o sitios subterráneos o incluso los trasladábamos de un lado a otro en camiones... ver su sufrimiento ahí... todo eso te produce una tristeza muy grande. También era la primera vez que estaba tantos meses fuera y mis hijos eran pequeños. Cuando volví de la operación me llamaron del colegio de mi hijo Javier, que tenía tres añitos, para enseñarme el dibujo que había hecho de su familia, su madre, su hermana y un avión, que era yo, que era paracaidista.
¿Cómo ve aquella paz 30 años después? ¿Cree que dieron como fruto un Estado fallido?
Yo no diría que dieron fruto a un Estado fallido, sino más bien dos entidades que se han convertido de facto en sendos estados, al no aceptar una de ellas, la República Srpska, ser tutelada por un alto representante y buscar el ancestral y anhelado deseo de formar parte de la 'Gran Serbia'.
¿Cuáles son las herencias que han quedado de aquellas guerras?
Son muchos los rescoldos ancestrales que aún no han sido apagados en aquella zona conocida como el Gran Avispero: fuertes sentimientos nacionalistas desintegradores, dispersión étnica, diferencias religiosas, la falta de fraternidad entre las etnias y la corrupción institucional.
Después de cuatro años de guerras en el corazón de Europa, con la de Croacia y Bosnia, fue finalmente Estados Unidos el que consiguió sentar a todos a la mesa y firmar la paz. ¿Se repitió la historia de otras veces?
La decepción de los mediadores internacionales empeñados en encontrar una solución política negociada a través de interminables conferencias y acuerdos de paz no cuajados, así como el fracaso global de la Fuerza de Protección de Naciones Unidas (UNPROFOR), sólo dejaba paso a imponer por la fuerza un acuerdo de paz. Y, en ese momento, EEUU era el miembro permanente del Consejo de Seguridad que tenía más fuerza para lograrlo, con la aquiescencia de los otros cuatro miembros permanentes, bien por querer salir del atolladero yugoslavo (Francia y Reino Unido), bien porque sus cortapisas les estaban llevando a un camino sin retorno (Rusia y China). Me gustaría recordar que antes del Acuerdo de Dayton, el 23 de febrero de 1994, en la zona de Mostar donde estaban desplegadas las fuerzas españolas integradas en la UNPROFOR, se consiguió la firma del alto el fuego entre los bosniocroatas y los bosniomusulmanes. Un hecho relevante.
¿Cómo fue aquella misión en Bosnia?
Era la primera vez que las Fuerzas Armadas españolas participaban en una operación de Mantenimiento de la paz integrados en los cuarteles generales de la UNPROFOR, por la que desconocíamos los procedimientos y formularios de funcionamiento de la ONU. No se dispuso inicialmente de suficientes planos topográficos para movernos por los caminos de montaña, ni de teléfonos móviles, ni existía el GPS. Para garantizar el enlace con el territorio nacional se utilizaron medios civiles como la maleta Inmarsat y más tarde los satélites Hispasat. Tampoco se podía atender a los heridos a través de un servicio de telemedicina; la primera comunicación entre el Gómez Ulla y el centro médico del destacamento de Mostar fue en 1996. Al principio, las condiciones de habitabilidad en los destacamentos principales, Dracevo y Jablanica, eran duras. En el primero, dormían nueve personas sobre literas de lona en contenedores de 20 pies, y en el segundo, se dormía en refugios subterráneos en un campo de fútbol, debido a los proyectiles de artillería y los morteros. Se escoltaban convoyes de ayuda humanitaria, se verificaba el inexistente alto el fuego, se intentaba negociar con las partes, se proporcionaba ayuda a la población civil y muchos días se recibía fuego de francotiradores sobre nuestros vehículos o de morteros sobre el alojamiento de nuestra patrulla en Mostar este. Tras el alto el fuego, se desminaron los parques y plazas, las casas y carreteras. Veintidós soldados españoles y un traductor murieron en aquellas tierras. En su recuerdo, los mostaríes sufragaron un monumento en la mayor plaza de Mostar a la que llamaron "Plaza de España".
¿Qué enseñanzas personales se llevó de los meses que pasó allí?
La importancia de tener unas Fuerzas Armadas perfectamente equipadas e instruidas. El ADN del soldado español es en sí su mayor fortaleza. El poder de la palabra sobre la fuerza letal. Al tener unas reglas operativas de enfrentamiento (ROE) muy restrictivas, aprendimos a negociar y utilizamos la imaginación, la diplomacia, el rigor, la severidad, la flexibilidad y el sentido común como principales armas de combate. Aprendí a valorar lo mucho que puede decirse con un simple abrazo silencioso y duradero entre personas que se reencuentran bajo el abrigo de una tienda modular española. Comprobé que el éxito o el fracaso de una guerra dependerá siempre de la logística y, por tanto, que los hombres y mujeres que forman las Unidades Logísticas son auténticos héroes anónimos. Por último, aunque los componentes de las Fuerzas Armadas españolas estamos acostumbrados a servir a los demás, allí descubrí lo gratificante que es hacerlo.
¿Qué es lo que le atrapó de aquella región para haber seguido investigando sobre ella?
Fundamentalmente, su gente, sus costumbres, su historia. Hablando con ellos, no comprendía por qué se estaban matando entre ellos, ellos tampoco. Debía investigarlo y ello me llevó a coescribir un libro sobre los Conflictos de los Balcanes junto con el catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de León Romualdo Bermejo. También, una serie de artículos en la revista Ejército sobre la Agrupación Táctica Madrid y sus condicionantes logísticos.
¿Qué herida quedó abierta en Europa y qué consecuencias han tenido en la actualidad?
Fue la primera vez que Europa intentó liderar internacionalmente un conflicto y fracasó. Hoy en día, parece que sigue sin encontrar los mecanismos que le permitan asumir ese liderazgo en el Viejo Continente.
¿Se podría hacer un paralelismo entre aquellas guerras y la actual guerra en Ucrania y las amenazas híbridas de Rusia al resto del continente?
Para muchos analistas existe un paralelismo entre las guerras de los Balcanes, después de Dayton (rebelión étnica albanesa), y la guerra actual de Ucrania. La razón fundamental que esgrimen es que sigue siendo un juego de poderes entre Estados Unidos y Rusia. En cuanto a las amenazas híbridas de Rusia al resto del continente, no es nada nuevo. La diferencia estriba en que la tecnología y los procedimientos utilizados son más sofisticados y diferentes que antaño. Ucrania, para mí, es un campo de experimentación de nuevas tecnologías, armamento y procedimientos en el que sacaran conclusiones para un futuro conflicto mundial tanto Rusia como Estados Unidos y sus aliados. Como lo fue España antes de la Segunda Guerra Mundial.