Hiroshima, 80 años después: la lucha de los últimos supervivientes del apocalipsis contra la proliferación de armas nucleares

Aug 3, 2025 - 20:46
Hiroshima, 80 años después: la lucha de los últimos supervivientes del apocalipsis contra la proliferación de armas nucleares

Un zapato calcinado que llevaba puesto una niña de siete años; restos de cabello humano; peines derretidos, mochilas chamuscadas y trozos de cartas que nunca se enviaron; uniformes escolares y kimonos desintegrados por la radiación; un reloj de pulsera detenido a las 08:15, la hora exacta en la que toda la ciudad fue devorada por una enorme bola de fuego.

El Museo de la Paz de Hiroshima, además de ser un poderoso recordatorio de los horrores de la bomba atómica, pretende actuar como una brújula moral orientada hacia un futuro sin armas nucleares. Los objetos de la tragedia se exponen en vitrinas junto a dibujos y manuscritos de los supervivientes, los conocidos como hibakusha.

"Una luz como mil arcoíris explotó ante mis ojos. El sol cayó y la historia se rompió. El cielo se desplomó y el metal se fundió. La ciudad se convirtió en un bosque en llamas. Yo, niña, era una sombra caminando entre sombras, entre cuerpos calcinados que aún decían mi nombre. No lloré. Tampoco podía pronunciar palabra. Tenía ceniza en la garganta".

La autora de estas líneas, Bun Hashizume, de 94 años, ha escrito algunas de las notas y poemas que se pueden leer en las paredes del museo. Esta anciana es una hibakusha. Tenía 14 años cuando el 6 de agosto de 1945, en los estertores finales de la Segunda Guerra Mundial, una bomba atómica estadounidense, llamada Little Boy, fue lanzada desde un avión B-29 estadounidense y explotó a baja altitud sobre la ciudad de Hiroshima. Con una fuerza explosiva equivalente a 16 kilotones de TNT, destruyó la mayoría de los edificios y dejó aproximadamente 140.000 muertos, 80.000 de forma inmediata y otras 60.000 personas que fallecieron posteriormente a causa de las quemaduras y enfermedades relacionadas con la radiación.

Cuando Hashizume cumplió 70 años, se convirtió en activista por la abolición de las armas nucleares y comenzó a recorrer muchos países para contar su historia y que todo el mundo entienda que lo que ocurrió en Hiroshima no puede volver a suceder. En sus charlas, la superviviente habla de la amenaza de Corea del Norte, de la de Rusia sobre Ucrania, del peligro de que regímenes como Irán puedan hacerse con armas de destrucción masiva o de los riesgos de que las democracias liberales apuesten por el rearme más que por la diplomacia.

A las puertas del 80º aniversario del bombardeo de Hiroshima, las tensiones nucleares están de plena actualidad. En los últimos tres meses, aviones de combate estadounidenses han atacado instalaciones nucleares en Irán; India y Pakistán, dos potencias nucleares, estuvieron al borde de una guerra total tras varios choques militares directos con artillería y bombardeos; y el régimen de Kim Jong-un continúa avanzando en su programa nuclear con ayuda de Rusia.

Hasta en Japón, donde hace un par de años se aprobó un rearme histórico que rompía con la tradición pacifista heredada de la posguerra, hay cada vez más voces, sobre todo entre grupos de oficiales retirados de las Fuerzas de Autodefensa y los crecientes movimientos de extrema derecha, que defienden romper con el tabú nuclear ante el volátil entorno de seguridad (el país está rodeado por China, Rusia y Corea del Norte, tres naciones con armas nucleares).

El último informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), uno de los centros de referencia sobre defensa y armamento, apuntaba que los estados con armas nucleares están reforzando sus arsenales atómicos y abandonando los pactos de control de armas, creando una nueva era de amenazas que ha puesto fin a la política de reducción de armamento que se instauró tras la Guerra Fría.

Los investigadores aseguran que Estados Unidos y Rusia, que poseen alrededor del 90% de todas las armas nucleares (5.459 Moscú y 5.177 Washington), mantuvieron el año pasado relativamente estables los tamaños de sus respectivas ojivas activas, pero que China ha acelerado aumentado su arsenal nuclear en alrededor de 100 nuevas ojivas por año, llegando en estos momentos a almacenar alrededor de 600.

"Del inventario mundial total de aproximadamente 12.241 ojivas que había en enero de 2025, alrededor de 9.614 estaban en arsenales militares para uso potencial", asegura Hans M. Kristensen, investigador del SIPRI. "Las tensiones globales han llevado a los nueve estados nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel) a planificar el aumento de sus reservas", continúa.

Desde hace décadas, cada 6 de agosto, los solemnes actos en Hiroshima los lideran los hibakusha. Lo mismo que en los homenajes del 9 de agosto en Nagasaki, donde impactó una segunda bomba estadounidense que mató a unas 74.000 personas. Los dos ataques atómicos llevaron a la rendición de Japón el 2 de septiembre de 1945. En cada aniversario, los ancianos supervivientes guardan un minuto de silencio por las víctimas y hacen un llamamiento a los líderes mundiales al desarme nuclear.

En estos actos siempre está presente Nihon Hidankyo, la organización de hibakusha que en 2024 ganó el Premio Nobel de la Paz por, según explicó el comité sueco, sus esfuerzos para lograr un mundo libre de armas nucleares y por demostrar, a través del testimonio, que este armamento nunca debe volver a usarse. "Estoy infinitamente triste y enojado porque el tabú nuclear amenaza con romperse", soltó uno de los copresidentes de esta organización fundada en 1956, Terumi Tanaka (93 años), durante la ceremonia del Nobel.

Tanaka, que es de Nagasaki, tenía 13 años cuando su ciudad fue bombardeada, con el epicentro de la explosión apenas tres kilómetros de su casa. Cinco miembros de su familia murieron calcinados. "Yo ayudé a mi madre a incinerar con nuestras propias manos el cuerpo de su hermana. Tres días después de la bomba, subimos a una colina, esquivando restos humanos que estaban por todas partes. Al llegar, pudimos ver la ciudad desde arriba y nos dimos cuenta de que no quedaba absolutamente nada, todo estaba negro y carbonizado", relata el superviviente.

De Hiroshima es otro de los dirigentes del grupo, Toshiki Fujimori (81 años), quien no tiene recuerdos de la masacre porque apenas tenía unos meses, pero que, al ser más joven que la mayoría de supervivientes que quedan vivos, todavía recorre Japón y otros países con duros relatos para concienciar sobre las terribles consecuencias del uso de las armas nucleares.

Para el 80º aniversario, el Ministerio de Bienestar Social de Japón ha estado preparando un largo informe en el que, por primera vez, va a recopilar testimonios de todos los hibakusha vivos. Según los últimos datos del Ministerio, el número de supervivientes de los bombardeos cayó por primera vez este año por debajo de los 100.000. Había 99.130 a finales de marzo, con una edad promedio de 86,13 años.

Para los aniversarios de este agosto, los alcaldes de Hiroshima y Nagasaki cursaron una invitación formal al presidente Donald Trump. "Esperamos sinceramente que se aparte de la noción de dependencia nuclear y que tome iniciativas fuertes en favor de la abolición de las armas nucleares y de la implementación de una paz mundial sostenible", señalaba la carta que enviaron a la Casa Blanca.

No hubo respuesta de Trump, quien desató una fuerte polémica en Japón por unos comentarios que soltó durante la pasada cumbre de la OTAN. El presidente comparó el uso de las bombas "rompebúnkeres" lanzadas el pasado 22 de junio por el bombardero furtivo B-2 contra las instalaciones nucleares de Irán con las bombas atómicas. "No quiero usar el ejemplo de Hiroshima. No quiero usar el ejemplo de Nagasaki. Pero fue esencialmente lo mismo. Eso puso fin a esa guerra", manifestó Trump.

Una encuesta reciente realizada por el grupo de expertos Pew Research Center apuntaba que los ciudadanos estadounidenses están divididos sobre los bombardeos atómicos. El 35% de los encuestados afirmaron que los atentados estaban "justificados", mientras que el 31% opinó en contra y el 33% se mostró dubitativos.

Los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki todavía arrastran muchas heridas incurables del apocalipsis que vivieron. Algunos han llegado a reprochar a la cara a líderes estadounidenses que su país nunca se haya disculpado oficialmente. En 2016, Fujimori, del premiado grupo Nihon Hidankyo, participó en un acto en Hiroshima en el que también se encontraba Barack Obama, el primer presidente estadounidense en ejercicio que visitó la ciudad japonesa, quien depositó una corona de flores en el Parque Memorial de la Paz. "Hemos pedido muchas veces una disculpa pública que reconozca y admita que las bombas atómicas fueron inhumanas y también contrarias al derecho internacional", declaró públicamente Fujimori.

En 2023, durante la simbólica cumbre del G-7 que se celebró en Hiroshima, el entonces presidente Joe Biden también participó en actos de homenaje a las víctimas y dio un paseo de 30 minutos por el museo de los horrores guiado por Keiko Ogura (87 años), una hibakusha que lleva décadas siendo una de las narradoras oficiales del holocausto nuclear, impartiendo charlas en escuelas y universidades por todo Japón. También es autora de un libro, Manual de Hiroshima, en el que cuenta la historia personal de la niña de ocho años que estaba jugando cerca de su casa cuando perdió el conocimiento tras el primer fogonazo. Al despertar, todo estaba oscuro.

"Hubo dos personas que murieron mientras bebían agua de mis manos. En el caso de que veas a una persona con quemaduras muy graves, no debes darle agua. Yo entonces era una niña y no lo sabía. Aquel mismo día, mi padre me preguntó si había dado agua a alguien. Yo mentí, le dije que no, que no había matado a nadie. Pero ese sentimiento de culpabilidad me persiguió mucho tiempo", aseguraba Ogura en una entrevista con este periódico, en la que se abordaba el sentimiento de culpabilidad que tienen muchos supervivientes y la discriminación que sufrieron durante mucho tiempo. "La gente no se atrevía a decir que había sobrevivido a la bomba por los estigmas de la radiación".