Lampedusa, epicentro migratorio de Europa: "Los desembarcos son continuos"

A la espera de llegar a puerto, mientras anochece, unos turistas están cantando a bordo de un barco pirata: "Ay, no hay que llorar / Que la vida es un carnaval". Medio centenar de migrantes, justo al lado, están desembarcando en el puerto de Lampedusa. Son subsaharianos, en su mayoría hombres, que, tras zarpar desde Túnez, han permanecido a la deriva en aguas internacionales. Tras haber salido por la mañana, la Guardia Costera italiana los ha rescatado y acompañado al muelle Favaloro. Dicha escena, en esta isla siciliana, se repite varias veces al día. Casi todos los días.
En Italia, sin embargo, apenas se habla de Lampedusa. El Gobierno de Giorgia Meloni, pese al aumento de los flujos migratorios, obvia la situación en la isla. Los medios de comunicación, por su parte, por razones logísticas tienen dificultad en cubrir los desembarcos.Por esono hay periodistas, ni teletipos, ni imágenes. Tras el fallecimiento del Papa Francisco, además, este territorio siciliano en medio del Mediterráneo central -situado entre Libia, Túnez, Sicilia y Malta- se siente huérfano del Pontífice que en 2013 realizó aquí su primer viaje apostólico, un gesto simbólico de apoyo y atención hacia los migrantes y la isla.
Transitando de un lugar a otro de la isla, un conductor local asegura que "los desembarcos son continuos". Lo sabe porque vive en Lampedusa, pero allí faltan periodistas que transmitan la situación al resto del mundo. De vez en cuando, aunque no siempre, las cadenas italianas todonoticias se desplazan a la isla y permanecen en el puerto para documentar las llegadas de migrantes.
Unos migrantes esperan en el puerto de Lampedusa antes de ser trasladados a centros de acogida, en 2023.
"Estamos de vacaciones y no notamos a los migrantes aquí en Lampedusa", explica Laura mientras toma una copa junto a su marido Marco en Via Roma, situada en el centro del pueblo siciliano. No le falta razón porque, aunque los desembarcos son constantes, los traslados en ferry a otras partes de Italia se llevan a cabo con fluidez y, si el centro de acogida no colapsa más allá de su capacidad oficial de 607 huéspedes, no hace falta dejar a los migrantes caminar libremente por la isla. Así pues, se sabe que hay migrantes que llegan a Lampedusa, pero no se les ve. Por esta razón, año tras año, esta isla siciliana no sólo mantiene su flujo migratorio, sino también el turístico.
En 2024, los 66.000 migrantes desembarcados en Lampedusa fueron celebrados por el Gobierno italiano como un éxito en comparación con los 160.000 del año anterior. A día de hoy, sin embargo, los flujos van en aumento. Los 37.000 desembarcos en lo que va de año, por un lado, suponen en torno a un 10% más respecto al mismo periodo del año pasado; por otro, subrayan que el Mediterráneo central es y seguirá siendo la principal ruta migratoria marítima hacia Europa. Incluso con acuerdos migratorios con Libia y Túnez, en la isla siciliana hay una llegada estable de aproximadamente 60.000 migrantes cada año, de los cuales entre un 75% y un 80% llegan a través de Lampedusa.
Los desembarcos al muelle Favaloro suelen realizarse de noche. Algunos vecinos, con cierta suspicacia, opinan que esta es la hora elegida tras el rescate por parte de las autoridades italianas "para que sea más difícil verlos". Sin embargo, al realizar los rescates en alta mar, también es importante considerar que deben llevarse a cabo mientras aún hay suficiente luz. En cualquier caso, tanto los rescates como los desembarcos pueden producirse a cualquier hora del día.
Tras llegar, los migrantes son finalmente atendidos por operadores de la Cruz Roja Italiana, de la Organización Internacional para las Migraciones, de Save the Children -en caso de que haya menores- e incluso por religiosos católicos. Estos días, de hecho, se pudo ver a un fraile franciscano en el muelle Favaloro. Una vez completado el desembarco, es la Cruz Roja quien acompaña a los migrantes al centro de acogida situado en el interior de la isla.
"Después de un viaje muy largo y una peligrosa travesía en el Mediterráneo, al llegar los migrantes sienten que están seguros, protegidos, acogidos, a salvo", explica a EL MUNDO Imad Dalil, director del centro de acogida de Lampedusa y miembro de la Cruz Roja Italiana. En el momento de la conversación, en las 24 horas anteriores se habían producido siete desembarcos, el último apenas 10 minutos antes. Poco más del 10% de los que llegan son tunecinos; "el resto son subsaharianos", confirma el director.
El flujo migratorio mayoritario procede de Libia, donde los principales países de origen son "Bangladesh, Pakistán, Eritrea, Etiopía y Egipto". Cuando los migrantes zarpan de Túnez, como en el repunte de los últimos días, los territorios de procedencia son "Burkina Faso, Eritrea, Etiopía y, en menor medida, Egipto". Dalil destaca la "humanidad" como algo esencial de su trabajo: "En la Cruz Roja Italiana siempre estamos listos para acoger, sin importar de dónde llegan los migrantes".
A lo largo de la conversación, Imad comparte dos historias que le marcaron profundamente. Un día, alrededor de las 8:00 de la mañana, una niña llegó a Lampedusa sola, sin su familia. "Tenía unos cuatro años", cuenta, por lo que fue necesario aplicar el protocolo de protección para los menores no acompañados. Su ternura lo conmovió, pero Imad y el resto de las autoridades italianas tuvieron que seguir atendiendo otros desembarcos en la isla. A las 13:00 de la tarde del mismo día, un tunecino llegó a tierra desesperado por haber perdido a su hija. Lo acompañaron al centro de acogida y, al entrar en una habitación habilitada, la niña, llena de emoción, empezó a gritar: "¡Papá! ¡Papá! ¡Papá!" Al final, para Imad, fueron dos historias en una. Con un poco de suerte, a veces la vida es un carnaval.