Trump arremete contra la ONU en su 80º aniversario y avisa a Europa: "Sus países se están yendo al infierno"

El pasado febrero, el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, acudió a la Conferencia de Seguridad de Múnich y sorprendió a amigos y aliados con una brutal crítica, una enmienda casi a la totalidad contra las democracias europeas, asegurando que la mayor amenaza que enfrenta el continente no proviene de Rusia y China, sino "de dentro". La comunidad internacional esperaba un mensaje de apoyo y un compromiso de protección, pero se encontró lo opuesto: a la primera potencia mundial arremetiendo contra sus valores y censurando sus posiciones sobre migración o libertad de expresión. Siete meses después, el presidente del mismo país, Donald Trump, ha hecho algo muy parecido, pero desde la tribuna de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Esos antiguos amigos y aliados ya no esperaban nada positivo, después de todo lo visto en 2025, pero incluso para sus estándares Trump ha sorprendido a muchos, diciendo que "los países europeos se van a ir al infierno", "destruida por el monstruo de dos cabezas" de las políticas migratorias, la lucha contra el cambio climático y el ser "políticamente correctos".
Trump tenía asignados 15 minutos, pero ha hablado durante 58. Su intervención ha tenido poco, poquísimo que ver con la ONU o el sistema internacional, aunque ha dicho que lo sucedido ayer lunes, el reconocimiento de Palestina por un buen número de países, "es un premio para Hamas" y un enorme error. Y ha reconocido que pensaba que "la guerra de Ucrania iba a ser la más fácil de terminar por su buena relación con Putin", pero que no ha sido así.
El discurso ha sido, en realidad, el mismo que repite cada día en todas partes -la Casa Blanca, conferencias, ruedas de prensa o el Congreso de Estados Unidos-: una mezcla de mitin político sobre sus presuntos méritos económicos y diplomáticos, combinada con insultos a sus predecesores demócratas, arengas contra la inmigración ilegal o sus enemigos (de Irán a Venezuela), lamentos personales (por no tener el Premio Nobel de la Paz o el reconocimiento que cree que merece) y referencias a sus obsesiones personales, como la energía verde, los molinos de viento o el hecho de que hace décadas, cuando era únicamente promotor inmobiliario, la ONU ignoró su propuesta de renovación de los cuarteles generales por 500 millones de dólares.
Pero hoy importaba no sólo el qué, sino el cómo y el dónde. El equipo del presidente había prometido un discurso llamando a renovar y reformar y cambiar desde dentro Naciones Unidas, pero en la práctica no ha habido nada de eso. El presidente de Estados Unidos no cree en la cooperación internacional ni en las instituciones globales, pero sorprendentemente, la ONU nunca ha sido el objeto de sus críticas más profundas. "La ONU tiene un potencial enorme, siempre lo he dicho. Tiene un potencial enorme, pero ni siquiera se acerca a alcanzarlo. Sólo escriben cartas muy contundentes y luego no le dan seguimiento. Son palabras vacías, y las palabras vacías no resuelven la guerra. Lo único que resuelve la guerra y las guerras es la acción", ha dicho este martes ante el Rey de España, el presidente Pedro Sánchez y otros líderes internacionales.
Trump llegó con ganas a la cita. Su prompter para leer el discurso no funcionaba, como tampoco funcionó la escalera mecánica que debía haberlo llevado a la sala junto a su mujer. Y aprovechó para decir que "todo lo que tiene que ofrecerle" la ONU son cosas rotas, algo que no habría pasado si le hubieran encargado a él las obras de remodelación en su momento.
Después llegó el chaparrón. Trump aleccionó a los países europeos, mientras las cámaras enfocaban a Ursula von der Leyen o António Costa, máximas figuras comunitarias, por seguir comprando petróleo a Rusia y no poner sanciones del 100% a India y China, como Washington exige ahora. Cargó una y otra vez contra la inmigración, diciendo que Europa "está invadida y destruida", que la "sharía" campa por las calles de Londres.
"Han sido invadidos por una fuerza de inmigrantes ilegales como nunca antes se había visto. Los inmigrantes ilegales están llegando a Europa en masa. Nadie hace nada para cambiarlo, para expulsarlos. No es sostenible y, como eligen ser políticamente correctos, no hacen absolutamente nada al respecto. Miro a Londres, donde tienen un alcalde terrible, terrible, y ahora quieren adoptar la ley sharía. Tanto la inmigración como sus ideas suicidas serán la muerte de Europa Occidental. Si no se hace algo de inmediato, esto no se puede sostener", ha afirmado. "Lo que hace que el mundo sea tan hermoso es que cada país es único, pero para que siga siendo así, cada nación soberana debe tener el derecho a controlar sus propias fronteras. Las naciones orgullosas deben poder proteger a sus comunidades y evitar que sus sociedades se vean abrumadas por personas que nunca antes han visto", ha añadido.
El presidente, saltándose lo que tenía escrito, dedicó más de 15 minutos a la cuestión, citando cifras de nacionalidades en prisiones de Alemania o Suiza y hablando de violaciones masivas y crimen mientras presumía de sus políticas en casa. Y lo mismo hizo con otro de sus fetiches: las energías renovables. El presidente no soporta la imagen de placas solares y de parques eólicos. Es algo personal, especialmente en sus campos de golf de Escocia, y ha convertido ese odio en una política. "La política verde es una estafa, una enorme estafa", ha dicho una y otra vez.
"Si no se libran de esta estafa verde, sus países van a fracasar, y soy muy bueno prediciendo cosas. Durante la campaña electoral, mi gorra más vendida es la que decía 'Trump tenía razón en todo'. Y no lo digo con presunción, pero es cierto. He tenido razón en todo. Y les digo que si no se libran de la estafa de la energía verde, van a fracasar. Y si no frenan a gente que nunca han visto, con la que no tienen nada en común, sus países van a fracasar. Soy el presidente de Estados Unidos, pero me preocupa Europa. Amo a Europa. Amo a la gente de Europa y detesto verla devastada por la energía y la inmigración. Este monstruo de dos colas destruye todo a su paso", ha zanjado.
Poco después, sin embargo, tras verse con el secretario general, Antonio Guterres, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha reiterado su "apoyo al 100% a la ONU" y ha afirmado que hace "un trabajo fantástico de mantenimiento de la paz".
El lema de esta 80ª sesión de la Asamblea General pide 80 años más juntos y un "compromiso mundial con el multilateralismo, la solidaridad y la acción compartida", pero el mensaje de Trump ha ido en dirección contraria, denunciando "cómo las instituciones globales han deteriorado significativamente el orden mundial", en palabras del portavoz de la Casa Blanca. Trump ha tomado la palabra justo después de que el brasileño Lula da Silva se dirigiera a la sala y ha bromeado sobre ello, diciendo que se cruzaron, se saludaron y quedaron en verse pronto. Lula había aprovechado su discurso para denunciar que "existe un claro paralelismo entre la crisis del multilateralismo y el debilitamiento de la democracia. El autoritarismo se fortalece cuando no actuamos ante actos arbitrarios, cuando la sociedad internacional flaquea en la defensa de la paz, la soberanía y el Estado de derecho. Las consecuencias son trágicas", avisó.
En 2018, en su primera intervención ante la Asamblea General, Trump ya avanzó los que iban a ser los rasgos y obsesiones distintivas de su Gobierno. Dijo que su Administración había "logrado más que casi cualquier otra administración en la historia de nuestro país", se quejó amargamente de lo que mal que el resto del planeta había tratado a Estados Unidos en materia comercial, criticó a China y sus violaciones de las reglas de la OMC y recalcó su "rechazo a la ideología del globalismo y nuestro apoyo al patriotismo por todo el mundo".
En aquella ocasión, muchas delegaciones no pudieron contener la risa durante su discurso, en ocasiones en forma de carcajadas, como cuando colocó a Arabia Saudí como un "faro" de progreso y reformas o elogió al líder de Corea del Norte. La audiencia no acababa de creerse lo que escuchaba, pesar de los mensajes que ya avisaban de que Washington iba a reducir notablemente sus contribuciones económicas para operaciones de mantenimiento de la paz. Hoy ya casi nadie se reía de las exageraciones sobre la pujanza que atribuye a su país, las cifras de inversión de las que habló, sus afirmaciones sobre el respeto sin equivalente en la historia que cree que su país recibe de todo el planeta, o la fantasía de que ha terminado con siete guerras en siete meses desde que volvió al poder y de que pensaba que la de Ucrania sería la más sencilla de todas.
La retirada norteamericana es una oportunidad para muchos otros países. The New York Times informa esta semana de cómo países como China y Cuba han propuesto que, para ahorrar dinero, se limitaran las investigaciones ante denuncias de tortura, crímenes de guerra y el encarcelamiento de disidentes. Al mismo tiempo, otros países se ofrecen para albergar agencias o incluso sedes permanentes si, para ahorrar costes, la ONU decidiera dejar ciudades tan caras como Nueva York y Ginebra. Qatar, sin pizca de ironía, se postula para albergar algunas de las oficinas de la agencia de derechos laborales. Ruanda está interesada en albergar un campus de la ONU a largo plazo. Rusia ha propuesto reducir el tiempo de intervención de los grupos de defensa de Derechos Humanos para ahorrar dinero en las audiencias y traductores. Y China aprovecha para intentar conseguir la dirección de todos los comités, agencias y departamentos menos sexis pero muy técnicos e importantes para sus intereses a largo plazo, desde satélites a IA.
La única referencia, quizás, en casi 60 minutos a los compromisos multilaterales fue cuando el presidente estadounidense afirmó que su Administración "liderará un esfuerzo internacional para hacer cumplir la convención sobre armas biológicas" y que se reunirá con los principales líderes del mundo para "ser pioneros en un sistema de verificación de inteligencia artificial en el que todos puedan confiar", algo que la ONU abordará este jueves en los márgenes de la Asamblea.