Un euroescéptico al frente de la Presidencia polaca frente a Tusk

Actualizado
La presidencia de Polonia cambió ayer de manos, pero no de rumbo. La oportunidad de poner fin a la difícil cohabitación del Gobierno del liberal Donald Tusk con un jefe de Estado afín a los ultranacionalistas del partido Ley y Justicia (PiS) se esfumó en junio con la victoria electoral de Karol Nawrocki frente al ex alcalde de Varsovia Rafal Trzaskowski. Nawrocki -como quien ha ostentado el cargo hasta agotar el límite constitucional, Andrezj Duda- se declara independiente, pero su discurso le desdice. En las elecciones del pasado 1 de junio, que ganó en segunda vuelta con el 50,89% de los votos, contó con el apoyo del PiS. Hizo suyo su ideario.
Nawrocki tomó posesión ayer de su cargo durante una ceremonia institucional en el Parlamento. "La libre voluntad de la nación me ha traído ante ustedes", afirmó, con una voz ronca y profunda durante su discurso de investidura.
Nawrocki carece de experiencia política y en su biografía aparecen amistades y actividades dudosas. Nació en Gdask y estudió Historia en la Universidad de esa ciudad, donde también dirigió el Instituto de la Memoria Nacional (IPN) y el museo de la II Guerra Mundial. En su todavía muy precaria red internacional, ya tiene el apoyo de Donald Trump y de figuras de la extrema derecha europea.
Nawrocki ha prometido bloquear -o seguir bloqueando- las reformas judiciales liberales promovidas por la coalición de Tusk. En campaña afirmó que utilizará su poder de veto para frenar cualquier intento de "restablecer la primacía del Tribunal Constitucional" arrebatada por el PiS en sus años de Gobierno. Veto presidencial también a las leyes que considere retrocedan del modelo judicial impuesto por el PiS. El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) prevé por ello que las iniciativas de Tusk para restaurar la independencia judicial quedarán paralizadas. La verdadera medida de su impacto vendrá de cómo el Gobierno Tusk, sin mayoría cualificada, logre sortear los vetos presidenciales y avance en su programa, en justicia y derechos civiles. Numerosos analistas y comentaristas políticos coinciden en que, a corto plazo, la presidencia de Nawrocki significa una continuidad con la línea de Duda.
No es de prever por tanto que las relaciones con la Unión Europea experimenten el impulso que Tusk, como ex presidente del Consejo Europeo, desearía. Nawrocki es euroescéptico. Se declara firme defensor de la soberanía nacional y ha criticado la federalización de la UE. En campaña se mostró dispuesto a cuestionar el actual curso de integración europea y aseguró que reivindicará intereses nacionales por encima de las directivas comunitarias. Con la amenaza siempre presente a vetar reformas judiciales exigidas por la UE, lo que aumentará el riesgo de congelación de fondos pendientes, incluyendo los del plan de recuperación europeos.
Podría bloquear asimismo el acuerdo UE-Mercosur por impacto sobre agricultura nacional y complicar, como anti-ecologista que es, la aplicación de políticas medioambientales. Apoya sin restricciones el uso del carbón.
Nawrocki tampoco es amigo de las políticas de acogida de refugiados y migrantes propuestas por la UE. En campaña incluso prometió rescindir el "pacto migratorio" europeo si resultaba ganador. Considera igualmente que los beneficios sociales de Polonia deben reservarse a los nacionales y en ese sentido ha propuesto gravar el acceso de inmigrantes (especialmente ucranianos) a servicios como pensiones o salud para beneficiar a los polacos.
Días antes de tomar posesión del cargo, Nawrocki mantuvo una primera conversación con el presidente Volodomir Zelenski. Le reiteró el apoyo de Polonia contra la agresión rusa, en tanto que "Rusia es un Estado neoimperial y colonial, gobernado por un criminal de guerra, Vladimir Putin", pero mantuvo su negativa al ingreso de este país en la UE y en la OTAN y, además, le instó a tomarse en serio los diferendos históricos bilaterales pendientes. Se refería principalmente la masacre de Volinia durante la II Guerra Mundial, en la que miles de polacos fueron asesinados por el Ejército Insurgente Ucraniano. "Karol Nawrocki representa la voz de la nación, que exige un cambio en la postura de Ucrania respecto a importantes cuestiones históricas aún sin resolver. Esto tiene que cambiar", escribió en X el portavoz de Nawrocki, Rafa Lekiewicz. Es una reivindicación que los polacos aplauden y encajan en su perfil político. Socialmente conservador, el nuevo presidente defiende la familia tradicional, la fe católica y los símbolos nacionales. Según analistas del CSIS, vetará por ello cualquier legislación destinada a ampliar derechos como los de los colectivos LGTBi o derechos reproductivos. Nawrocki equivale a una "tarjeta roja" a las reformas progresistas que deseaba el Gobierno de Tusk.
El nuevo presiente polaco es un personaje singular. Boxeador y futbolista aficionado, arrastró en campaña una ristra de escándalos que, pese a los esfuerzos de la lógica y de sus rivales le benefició. El chico malo despertó las simpatías del electorado. El lado gamberro de Nawrocki, con 42 años ahora, comenzó en la adolescencia. En 2009 participó en una pelea pactada entre ultras del fútbol del Lechia Gdansk y del Lech Poznan. Él describió esa experiencia como un "combate noble y deportivo". Más tarde fue señalado por haber trabajado como portero de discoteca en el Grand Hotel de Sopot, donde supuestamente facilitaba servicios de prostitución a clientes y cultivaba relaciones con el hampa. Él lo niega.
Bajo el seudónimo Tadeusz Batyr, en 2018, Nawrocki escribió un libro sobre un jefe mafioso de la Polonia comunista. En televisión, apareció con rostro difuminado y voz modificada para elogiar el libro, sin revelar que era él mismo. Su participación causó polémica por falta de transparencia y autopromoción encubierta. También se denunció posible mobbing en su entorno laboral y uso indebido de fondos públicos en el IPN, además de manejar conflictos legales sobre su secreto de propiedades. En la recta final de la campaña, Nawrocki volvió a ser señalado por la compra más que sospechosa de un inmueble a un anciano alcoholizado y con antecedentes llamado Jerzy, prometiendo cuidarlo a cambio. Sin embargo, el hombre terminó en una residencia pública. Nawrocki dio explicaciones contradictorias, lo que generó dudas sobre su transparencia e integridad. Él zanjó el asunto anunciando que donaría el apartamento a una organización benéfica.