Vladimir Putin: pedir la paz pero acelerar la guerra

Ucrania vive dos vidas al mismo tiempo. Una comienza al amanecer. Los ucranianos salen por la mañana de sus casas camino del trabajo, la gente saca a sus perros, los metros van llenos, hay atascos, al medio día los restaurantes reciben a sus clientes con normalidad. Muchos luego van al gimnasio. Es difícil encontrar trazas de la guerra durante horas en las grandes ciudades del país, al menos en las horas del día. Pero al anochecer llega la sirena antiaérea. Entonces la normalidad da paso al terror, a los ataques con cientos de drones con su siniestro zumbido en la oscuridad, al estruendo letal de los misiles balísticos.
El analista experto en Rusia Balazs Jarabik, de paseo por el centro de Kiev, define la situación: «Las expectativas se han apagado, la información escasea, la especulación vuela».
Que los bombardeos se mantengan (e incluso se intensifiquen) no es casual. El autócrata ruso Vladimir Putin no desea un alto el fuego, que significa parar la guerra y las muertes de inmediato, sino que ha convencido al presidente de EEUU, Donald Trump, de que es mejor esperar para firmar un acuerdo completo.
El problema es que, mientras que un armisticio sólo necesita la orden de los comandantes supremos para activarse, los tratados de paz son piezas de derecho internacional complejas y que suelen tardar años en negociarse y firmarse. Con su decisión de eludir el alto el fuego, Putin se ha asegurado mucho tiempo para seguir extendiendo el terror y seguir castigando a los civiles de Ucrania.
Algunos ejemplos: el alto el fuego entre egipcios e israelíes de 1973 se prolongó hasta el acuerdo de paz de 1979, seis años en total de negociaciones. En el caso de Israel y Jordania fue mucho más: de 1949 a 1994. Armenia y Azerbaiyán negociaron desde 2020 hasta este 2025. Corea del Norte y Corea del Sur dejaron de matarse en 1953, pero aún no hay un acuerdo de paz que haya saldado definitivamente la guerra. Si todos ellos se hubieran negociado sin detener las hostilidades, el número de muertos y el nivel de destrucción hubiera sido atroz. Putin lo sabe y aún así elige esa fórmula.
Rusia ha lanzado más del doble de drones y misiles contra las ciudades de Ucrania desde que Trump regresó a la Casa Blanca en enero, según un análisis de BBC, pese a los llamamientos del presidente estadounidense a un alto el fuego. Trump siempre asegura que la guerra de Ucrania «es la guerra de Biden», pero con él en el poder Putin se ha vuelto más agresivo.
Anoche, la Fuerza Aérea ucraniana informó de ataques nocturnos rusos con 93 drones de diferentes tipos y con dos misiles balísticos de tipo Iskander-M, mientras que también se registraron bombardeos. Las defensas ucranianas lograron neutralizar uno de los misiles y 62 drones -entre ellos drones kamikaze y drones señuelo- en el norte y este del país, según datos preliminares.
El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, afirmó ayer que Moscú solo aceptará garantías en las que Rusia (y China) tienen derecho a veto, según la propuesta rusa en Estambul en 2022. Es decir, nadie puede defender a Ucrania de Rusia a menos que Rusia y China estén de acuerdo.
Pero olvida el ministro ruso que Kiev renunció en 1994 a su arsenal estratégico a cambio de garantías de seguridad colectivas (en las que estaba también Rusia) contempladas en el Memorándum de Budapest que Moscú violó en 2022. «Estoy seguro de que Occidente, y sobre todo Estados Unidos, entiende perfectamente que debatir seriamente cuestiones de seguridad sin Rusia es una utopía, un camino a ninguna parte», concluyó.
Además, ayer se supo que Putin solo acordó «aumentar el nivel de representación en las conversaciones rusas con Ucrania, no una cumbre». Y Lavrov volvió a aclarar que la cumbre Zelenski-Putin «requiere una preparación exhaustiva y debe celebrarse al final de las conversaciones». Es decir, un jarro de agua fría a los que pensaban que era posible ver esa reunión entre los líderes ruso y ucraniano en la próximas semanas.
La respuesta llegó esta vez desde Francia. El presidente Emmanuel Macron recordó que «Putin rara vez ha cumplido sus compromisos. Es un depredador, un troll a nuestras puertas. Rusia se ha convertido en una fuerza desestabilizadora».