Las botellas de plástico que tiramos al Pacífico están infestando las playas de Centroamérica

Aug 6, 2025 - 12:00
Las botellas de plástico que tiramos al Pacífico están infestando las playas de Centroamérica

En Yaya, una playa de Perú al sur de Lima, se encontró una botella de Powerade del año 2001. En la isla chilena Robinson Crusoe, reserva mundial de la biosfera, otra de Coca-Cola, del 2002. Fueron las más antiguas de todas las recolectadas.

Aunque los voluntarios encontraron numerosas botellas con más de una década de antigüedad, “la mayoría de ellas tenían menos de un año”, señala el científico Ostin Garcés, experto en el impacto del plástico en los ecosistemas marinos de la Universidad de Barcelona y autor principal de un macroestudio sobre el origen de la contaminación por botellas y tapones plásticos en las playas y ciudades a lo largo de más de 12,000 kilómetros de costas del Pacífico. Esta investigación, la primera en realizarse a escala regional gracias a una iniciativa de ciencia ciudadana que abarca 10 países, revela que las naciones centroamericanas son las más afectadas por la contaminación plástica y subraya, una vez más, la urgencia de enfrentar esta gran problemática.

El plástico constituye la mayor parte de la basura en litorales de todo el mundo y ha llegado hasta rincones inhóspitos del planeta, como las zonas más profundas de los océanos. Su impacto no solo tiene repercusiones en la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas. Diversos estudios muestran cómo ya nos coloniza por dentro, cómo corre por nuestra sangre, vive en el cerebro, en nuestros órganos. Se han llegado a encontrar microplásticos hasta en el semen y los ovarios. Los microplásticos que a diario comemos, bebemos y respiramos forman parte de nosotros.

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Una ambientalista busca desechos y envases de plástico arrojados en la playa El Esterón en Intipuca, El Salvador, octubre de 2024. MARVIN RECINOS/AFP via Getty Images

“Pero su producción y su consumo no cesan”, manifiesta Garcés, parte del equipo que ha muestreado un total de 92 playas continentales, 15 playas insulares y 38 asentamientos humanos para conocer la abundancia, procedencia y características de botellas plásticas. Un estudio que jamás se había realizado antes y que revela datos sorprendentes gracias a que más de la mitad de botellas y tapones recolectados tenían fechas visibles.

De acuerdo con el trabajo, los envases de refrescos, bebidas energéticas y agua potable fueron los hallazgos más comunes. Por otro lado, los países centroamericanos que mostraron los valores más altos fueron El Salvador, Nicaragua y Guatemala, probablemente debido a la densidad de población costera y al alto consumo de bebidas en envases de plástico y a la deficiente gestión de residuos, sostienen los autores del estudio. “Se trata de países que no cuentan ni con las estructuras ni las capacidades técnicas para ello. Entonces todos los residuos de productos bebestibles que llegan a sus comunidades acaban en la naturaleza”, dice el investigador, quien apunta a un factor muy importante. “Como evidencia nuestro estudio, el aumento de las temperaturas ha provocado que la gente de estos lugares tropicales consuma más bebidas embotelladas”.

La gran cantidad de botellas de plástico para agua encontradas en los países centroamericanos visibiliza otro grave problema en la región pero que alcanza a la mayoría de los países del continente: el acceso limitado al agua potable. Un análisis publicado en 2019 en la plataforma CentralAmericaData señalaba cómo las importaciones de agua embotellada en Centroamérica habían aumentado sustancialmente.

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Voluntarios recogen basura y desechos plásticos en la playa y los acantilados como parte de una limpieza de playa a nivel nacional mientras los ciudadanos y turistas pasan tiempo en las playas, marzo de 2025, en Lima, Perú. Klebher Vasquez/Anadolu via Getty Images

¿De dónde vienen tantas botellas?

Los resultados revelan que casi el 60% de los ítems con origen identificable provenían de países del propio Pacífico latinoamericano, es decir, de productores locales. “Son manufacturadas por embotelladoras que están en el mismo país pero que trabajan con marcas internacionales, como Coca-Cola, PepsiCo y Aje Group”, explica el científico. Son estas tres multinacionales a quienes pertenecen la mayoría de las botellas recolectadas, que constituyen un total de 356 marcas de las 253 empresas identificadas.

Si bien las playas continentales estaban llenas de productos locales, las insulares reciben muchas botellas asiáticas, probablemente provenientes de barcos y corrientes oceánicas. Esta observación fue precisamente, cuenta Garcés, lo que originó la investigación en la que ha participado. En 2023, la red de Científicos de la Basura, un programa de la Universidad Católica del Norte (UCN), realizó un estudio que evidenció cómo muchas botellas que acaban en islas remotas, como Rapa Nui (isla de Pascua) o las Galápagos, tenían en sus etiquetas letras que no estaban en español, sino en chino o japonés. “De ahí surgió la idea de investigar de dónde provenían esas botellas”, relata Garcés.

Un elemento especialmente destacable del nuevo estudio es el uso de la información contenida en las botellas y en sus tapones (etiquetas, grabados) para obtener información clave sobre el fabricante, y la fecha y el lugar de fabricación. Esto ha permitido a los investigadores identificar las fuentes de esta contaminación y el recorrido realizado por los ítems individuales hasta llegar a la playa o ciudad donde fueron recolectados. Por otro lado, el trabajo no hubiera sido posible sin la colaboración de hasta 200 líderes locales de 74 organizaciones sociales y un millar de voluntarios que integran esta iniciativa de ciencia ciudadana. Este enfoque metodológico ha permitido no solo conocer mejor las características de la basura plástica que afecta al Pacífico latinoamericano, sino también tener acceso a las preferencias regionales de bebidas y las tendencias de consumo en los distintos países.

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Gráfica del estudio que ilustra cómo llegan las botellas de plásticos a costas latinoamericans del Pacífico. Garcés-Ordóñez et al. (2025) (CC BY 4.0)

Los pasajeros vivos del plástico

Además de las necesidades insatisfechas en el acceso al agua y la pésima gestión de los residuos, los autores destacan la importancia de las corrientes oceánicas que arrastran artículos de otros países (tanto vecinos como lejanos) detrás de los patrones de basura plástica encontrados en los países centroamericanos. La hipótesis de que botellas de diversas procedencias del océano Pacífico son transportadas por las corrientes oceánicas y depositadas en playas centroamericanas se sustenta en el elevado porcentaje de artículos encontrados con epibiontes, organismos sésiles inofensivos que viven encima de otros seres vivos.​

Las botellas de plástico se deterioran con el tiempo en el medio ambiente, presentando decoloración, desgaste y fragmentación debido a procesos físicos. Según cuentan los científicos, al igual que otros desechos marinos, las botellas y tapas suelen estar colonizadas por organismos como briozoos, percebes y moluscos, por lo que presentan patrones de degradación típicos de la exposición marina. No obstante, a pesar de estas transformaciones en su largo viaje a través del mar, las botellas de plástico para bebidas suelen conservar características de identificación clave, como los códigos de producto, las marcas, los lugares de fabricación y las fechas. Estos datos ayudan a rastrear su procedencia, incluso cuando las botellas están dañadas o muy colonizadas por organismos, lo que proporciona información valiosa sobre su origen y vías de transporte

Para Garcés, una de las conclusiones más preocupantes que ha arrojado su estudio es la situación de islas como las Galápagos o Rapa Nui, áreas naturales protegidas. Como explica, adheridos a las botellas de plástico que están llegando a sus playas viajan epibiontes “y eso representa una amenaza seria porque no sabemos qué especies de organismos están llegando ni de dónde provienen. Y pueden resultar invasoras”, advierte.


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Propuestas para resolver esta crisis

Dada la amplia presencia de botellas de plástico desechables, principalmente de origen local, que ha visibilizado su estudio, una de las principales recomendaciones de los investigadores es reemplazarlas por botellas retornables estandarizadas en toda la región. “Como hacíamos antes”, recuerda Garcés. “Cuando yo era niño se vendían los productos en botellas de vidrio retornables. Esta sería una de las principales medidas que proponemos para que se reduzca la producción de plásticos desde la fuente”, agrega.

Una medida que, dice, debería estar complementada por políticas de reembolso e iniciativas de responsabilidad social corporativa por parte de las empresas involucradas. Promover los envases reutilizables y la rendición de cuentas a los grandes productores son estrategias esenciales para reducir la contaminación plástica y proteger los ecosistemas costeros, afirman los autores. “Al final, las compañías tienen sus propios intereses y buscan las alternativas más económicas para la producción de botellas. Por eso los gobiernos tienen que involucrarse”, manifiesta Garcés, para quien mejorar la gestión de residuos, especialmente en las comunidades costeras, es otro de los puntos clave.

Si se quiere resolver esta problemática se necesitan además acciones internacionales contundentes como el Tratado Mundial sobre el Plástico de la ONU. No obstante, el pasado diciembre, después de más de dos años de intensas negociaciones, los países no lograron llegar a un acuerdo.

Los investigadores destacan, además, la relevancia del comportamiento humano para reducir la contaminación por plástico, la cual, matizan, “requiere la posibilidad de elegir”. “A medida que vamos creciendo como población, aumenta el consumo. Y, mientras no se satisfagan las necesidades básicas de las poblaciones costeras en cuanto al acceso a agua potable, va a seguir incrementando, contaminando más y más los ambientes costeros”, apunta Garcés.

Como concluye su estudio: cuando el agua potable solo está disponible en botellas de plástico de un solo uso, los consumidores no tienen alternativas, “lo que limita su capacidad para actuar de forma sostenible”.