¿Es posible vivir embarazada y parir en el espacio?
Concebir en el espacio es una idea que ha permanecido en el imaginario de la ciencia ficción durante décadas. Aunque la posibilidad es remota, con la aceleración de los programas de exploración y colonización espacial, los embarazos fuera de la atmósfera terrestre se han convertido en una cuestión clave para la creación de futuras generaciones en entornos extraterrestres. Recientemente, Arun Vivan Holden, catedrático emérito de Biología Computacional de la Universidad de Leeds, retomó en la revista The Conversation un artículo que publicó anteriormente en Experimental Physiology, el cual reúne todo lo descubierto sobre el tema.
"La mayoría de nosotros rara vez tenemos en cuenta el riesgo al que nos enfrentamos antes de nacer. Dos tercios de los embriones humanos no sobreviven hasta el nacimiento, y la mayoría de las pérdidas se producen en las primeras semanas tras la fecundación, a menudo incluso antes de que nos demos cuenta de que existe un embarazo", explica Arun Vivan Holden. En efecto, el embarazo se asemeja a un complejo mecanismo de engranajes, en el que todo tiene que funcionar a la perfección y suceder en el lugar y momento adecuados. La cuestión es que nuestra especie ha evolucionado para que ese mecanismo funcione en la Tierra, bajo condiciones ambientales específicas. En el espacio, por supuesto, la situación es muy diferente.
El papel de la microgravedad
El primer factor que hay que tener en cuenta, explica Holden, es la gravedad, o más bien la microgravedad, condición en virtud de la cual los astronautas en órbita en la Estación Espacial Internacional parecen estar ingrávidos. Dejando a un lado los posibles problemas de concepción, mantener relaciones sexuales en condiciones de microgravedad podría ser bastante incómodo. Sin embargo, la verdadera dificultad vendría después: "Dar a luz a un niño y cuidar de él sería muy difícil en condiciones de microgravedad. Al fin y al cabo, en el espacio nada está quieto: los fluidos flotan, y las personas también. Esto haría que todo fuera mucho más complicado que en la Tierra, donde la gravedad ayuda en todas las tareas, desde 'colocar' a un bebé hasta alimentarlo", argumenta el científico.
También existe otra cara de la moneda: la del feto. El nacimiento podría ser menos traumático, ya que el feto se desarrolla en condiciones muy similares a la microgravedad: flota en el líquido amniótico dentro del útero, siempre suspendido. En este sentido, el útero actúa como una especie de simulador de microgravedad. Sin embargo, muchas investigaciones indican que la gravedad desempeña un papel fundamental en el desarrollo fisiológico del feto, sobre todo en la segunda mitad del embarazo.
La ausencia de carga gravitatoria podría tener efectos devastadores en la formación ósea y muscular, especialmente porque el feto, a diferencia de los astronautas adultos, no puede realizar ejercicios de adaptación y resistencia para contrarrestar estos efectos. También sabemos, a partir de la observación de astronautas, que la microgravedad induce cambios en los sistemas cardiovascular y nervioso; por el momento, no tenemos ni idea de cuál sería el impacto de estos cambios en un feto en pleno desarrollo.
La radiación es otro peligro
Pero las cosas se complican aún más. En el espacio, más allá de la atmósfera, nuestros cuerpos no están protegidos de los rayos cósmicos, partículas de alta energía que viajan a velocidades cercanas a la de la luz. Se trata de átomos que han perdido la mayor parte de sus electrones: duras "bolas" compuestas de protones y neutrones que, al chocar con el cuerpo humano, pueden causar graves daños celulares.
Por ejemplo, si impactan contra el ADN, pueden dañarlo y desencadenar mutaciones cancerígenas, o provocar respuestas inflamatorias tan intensas que el sistema inmunitario, sobreestimulado, termine atacando tejidos sanos. Todo esto se vuelve aún más delicado en las primeras semanas del embarazo, cuando las células del embrión se dividen rápidamente para formar tejidos y órganos, y por tanto requieren un entorno estable y seguro.
Incluso una sola explosión de un rayo cósmico de alta energía durante esta fase podría ser letal para el embrión. No obstante, hay que decir que, dado el diminuto tamaño del embrión, la probabilidad de un impacto directo es relativamente baja. Sin embargo, a medida que avanza el embarazo, el riesgo aumenta. Hacia el final del primer trimestre, es mucho más probable que un rayo cósmico impacte en los músculos del útero, desencadenando contracciones que podrían provocar un parto prematuro, con todas las complicaciones que ello implica, especialmente en un entorno donde la asistencia médica es limitada.
Las primeras etapas del crecimiento
Aun suponiendo que el embarazo y el parto se desarrollen con éxito, los riesgos no terminan ahí. Un bebé nacido en el espacio crecería en condiciones de microgravedad, lo que interferiría con su sistema musculoesquelético y afectaría a sus reflejos posturales y a sus capacidades de coordinación: sin el "arriba" y el "abajo" reales a los que estamos acostumbrados en nuestro planeta, un recién nacido podría tener dificultades para desarrollar las capacidades de mantener la cabeza erguida, sentarse, gatear y caminar. Por no hablar de la cuestión de los rayos cósmicos, que podrían interferir en el desarrollo del cerebro del bebé después del nacimiento, afectando potencialmente a sus capacidades cognitivas, su memoria, su comportamiento y su salud a largo plazo.
Para responder a la pregunta: ¿Es posible mantener un embarazo y dar a luz en el espacio? Holden responde que, en teoría sería posible, "pero hasta que no seamos capaces de proteger a los embriones de la radiación, evitar los nacimientos prematuros y garantizar que un bebé pueda crecer sin peligro en condiciones de microgravedad, el embarazo en el espacio sigue siendo un experimento de alto riesgo. Que aún no estamos preparados para probar".
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.