Trump defiende a Mohamed Bin Salman asegurando que "no sabía nada" del asesinato del periodista Jamal Khassogi: "Son cosas que pasan"
En 2018, tras el salvaje asesinato del periodista Jamal Khashoggi, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, líder de Arabia Saudí, se convirtió, durante un corto periodo de tiempo, en algo parecido a un paria internacional. Criticado como un déspota y presunto asesino, implicado además en otros casos de espionaje a líderes políticos y empresariales occidentales, fue censurado y aislado. Pero su país es demasiado importante, económicamente y geoestratégicamente, y el mundo rápidamente olvidó. En 2022, Joe Biden fue a Riad y sonriente chocó su puño con complicidad con Bin Salman. Donald Trump siguió sus pasos esta primavera, y hoy, en medio de un proceso de reequilibrio en Oriente Próximo, le ha dado la bienvenida a bombo y platillo en la Casa Blanca, rehabilitando completamente su figura y allanando su futuro como estadista clave en la región.
"Es un gran amigo, una persona muy respetada. Estoy muy orgulloso del trabajo que ha hecho. Lo que ha hecho es increíble en materia de derechos humanos", ha dicho el norteamericano en una comparecencia ante los medios, a pesar de que la CIA, bajo su mando en el primer mandato, concluyó que el príncipe ordenó la muerte de Khashoggi, que fue desmembrado en Estambul. O de que organizaciones como Human Rights Watch hayan denunciado un aumento sin precedentes de las ejecuciones este año, con 241 personas en los primeros siete meses del año. "Es un honor tenerte aquí". Ha insistido confirmando la venta de aviones F-35 o de tecnología nuclear. "Hoy es un momento importante en nuestra historia. Creemos en lo que está haciendo usted presidente, es la base para crear empleo y para lograr paz", ha respondiendo agradecido Bin Salman.
La cuestión del periodista asesinado ha provocado un momento de tensión en el Despacho Oval, después de una pregunta de una reportera de la cadena ABC. El presidente, descalificando a la cadena de televisión como fake news, ha saltado enseguida a defender al príncipe. "Usted menciona a alguien que fue extremadamente polémico. A mucha gente no le gustaba ese señor del que habla. Te guste o no, las cosas pasan. Pero él [Bin Salman] no sabía nada al respecto. No tienes por qué avergonzar a nuestro invitado", le ha reprochado furioso. El saudí, sin embargo, ha querido responder. "Un enorme error y estamos haciendo todo lo posible para que no vuelva a ocurrir", señaló, pero vinculando las informaciones a la figura de Osama Bin Laden y a intentos de boicotear las relaciones con EEUU, algo que "beneficia a terroristas y extremistas".
El príncipe es una pieza esencial de los planes de EEUU. Arabia Saudí lo ha sido durante más de 70 años, desde Eisenhower y bajo administraciones republicanas o demócratas. Por el petróleo, pero también por la lucha contra el terrorismo, la cooperación en materia de inteligencia, la seguridad del Golfo, con sus bases militares. Pero el príncipe heredero lo es especialmente para la estrategia de esta administración, desde el enfrentamiento con Irán (enemigo histórico de los alauitas que en 2023 firmo un acuerdo bajo los auspicios de China) a la normalización de las relaciones con Israel, algo que parecía próximo hasta los atentados del 7 de octubre de ese mismo año y la guerra posterior que ha destruido Gaza.
Washington quiere que su aliado se una a los Acuerdos de Abraham, algo enormemente delicado y difícil sin que Israel haga algún gesto o promesa hacia un futuro Estado palestino, como ha repetido desde el Despacho Oval, pidiendo una "clara vía hacia los dos estados".
"Hoy, el reino es más próspero, más seguro de sí mismo y más firme en el plano diplomático que nunca en su historia moderna. Tras años de desgaste reputacional por la guerra de Yemen y el asesinato de Khashoggi, Bin Salman se muestra políticamente más firme como futuro líder de Arabia Saudí. Además, ha reposicionado al reino como garante de una mayor estabilidad regional. Su misión en Washington es convertir la interdependencia estratégica entre Estados Unidos y Arabia Saudí en un marco político y de defensa formalizado, capaz de perdurar más allá de los ciclos electorales estadounidenses. Su principal prioridad es un acuerdo de defensa vinculante que deje claro que cualquier ataque importante contra territorio saudí constituye una línea roja para Washington", explica en un reciente análisis Sanam Vakil, experta de Chatam House.
La visita de hoy, entre honores militares, una banda de marines y con una pasada de cazas sobre la ciudad incluida, llega tras la gira del presidente Trump por el Golfo Pérsico en mayo. Riad fue, y no por casualidad, su primer viaje al extranjero en esta legislatura y se cerró con promesas de inversión de hasta 600.000 millones de dólares, así como un acuerdo histórico para de venta de armas a Arabia Saudí.
El norteamericano ha confirmado que autorizará la venta de aviones de combate F-35 al reino, una medida más que controvertida. "Sí, los vamos vender. Se los comprarán a Lockheed", ha dicho. Algo muy arriesgado no sólo porque alteraría la balanza tradicional de poder en la región (hasta ahora Israel ha sido el único receptor de la tecnología puntera) sino porque hay advertencias muy serias de que eso pondría casi inmediatamente en manos de China lo detalles más secretos o delicados de su armamento.
Algo menor para la administración en comparación con las promesas de inversión, ya que en el Despacho Oval Bin Salman ha elevado hasta un billón de dólares las promesas de inversión, 400.000 millones más de lo que se habló en mayo en Riad y casi el tamaño de todo su Fondo Soberano.
Las relaciones entre ambos líderes son más que buenas y cercanas. El estadounidense, orgulloso, le ha mostrado por ejemplo a su invitado nada más llegar la galería de retratos presidenciales, en la que ha sustituido la foto de su predecesor, Joe Biden, por un dispositivo de firmas automáticas. Lo habitual con líderes internacionales es que pasen por el Despacho Oval o incluso tengan un almuerzo nada más. Pero la agenda entera del martes del presidente gira en torno a Bin Salman. Saludo al máximo nivel, encuentro, almuerzo, recepción y cena. Además, el miércoles ambos participarán junto a más de 400 directores ejecutivos de empresas saudíes y estadounidenses a un foro de inversión Kennedy Center.
Trump tiene, personalmente, muchos intereses económicos. Desde torneos de golf a un mega proyecto inmobiliario, y ha negado que haya nada irregular, insistiendo en que su familia "hace negocios" y que él ya no está en el día a día. Bin Salman, que tiende una mano a Washington y la otra a Moscú y Pekín, los tiene también, empezando por tecnología nuclear. Su Saudi Vision 2030 busca reducir la dependencia de los ingresos del petróleo y atraer inversión modernizando todo el tejido económico. Y para eso EEUU es el factor decisivo.
"Para el príncipe, esta visita bien podría centrarse en intentar otro tipo de normalización, no con Israel, sino con Estados Unidos. Quizás quiera demostrar que, desde su última visita en 2018, ha superado el ostracismo y se ha rehabilitado por completo, dejando atrás el asesinato de Khashoggi y el terrible historial de derechos humanos de Arabia Saudí. Y mientras el presidente y el príncipe heredero se sientan a cenar de etiqueta el martes por la noche, rodeados de toda la parafernalia de una visita de Estado, no cabrá duda, al menos para Trump, de que MBS ha tenido éxito", apunta Aaron David Miller, del Carnegie Endowment for Internacional Peace, un ex diplomático con 25 años de experiencia en Oriente Próximo el Departamento de Estado.