Ciudades cubiertas de redes antidrones, la distopía bélica que se extiende en Ucrania

Oct 4, 2025 - 00:00
Ciudades cubiertas de redes antidrones, la distopía bélica que se extiende en Ucrania

Desde hace semanas, la autovía M-14 que comunica Odesa con Jersón está sufriendo una metamorfosis que no desentonaría en cualquier película de ciencia ficción. Decenas de operarios se afanan colocando bases de cemento, donde encaraman postes de madera que así se convierten en el soporte del largo pasillo cubierto por redes de plástico endurecido por el que ahora se accede a la urbe ucraniana.

Varios grupos de soldados patrullan las inmediaciones por si aparecen los drones rusos. Algunos van armados con escopetas de caza, que son el arma predilecta para derribar a estos artilugios.

En un lado de la carretera se acumulan los despojos achicharrados de media docena de vehículos. No tuvieron la más mínima oportunidad cuando los aviones no tripulados se lanzaron sobre ellos. Consiguieron paralizar el tráfico vial en la estratégica autopista en poco menos de 48 horas.

"Descubrieron nuestro punto débil y en un día y medio atacaron todos esos coches. Ya hemos conseguido solventar el problema con las redes", precisa Olga Malyarchuck.

La 'número dos' de la administración militar de Jersón se expresa debajo de otro pasadizo creado con las mismas mallas, pero este instalado dentro de la ciudad. La cubierta se extiende a lo largo de una de las avenidas más concurridas de la urbe, donde todavía proliferan las cafeterías y los negocios de todo tipo.

Las redes antidrones de Jersón.JAVIER ESPINOSA / EL MUNDO

Aunque lo parecen, no son redes de pesca. "Son industriales y con el grosor necesario para detener los diferentes tipos de drones. Hemos puesto algunas con un hilo de 25 milímetros para parar las granadas que lanzan y otras de 50 y 100 mm para frenar los ataques de los FPV (kamikaces con explosivos)", relata la funcionaria.

El operativo ha requerido hasta una serie de pruebas en las que grupos de pilotos del ejército hicieron impactar varios drones contra las mallas, para confirmar sus capacidades, como confirman los vídeos que exhiben las autoridades. "Llegamos a probar 12 tipos diferentes", apostilla Oleksadr Tolokonnikov, uno de los portavoces de las autoridades locales.

"Cuando éramos pequeños atrapábamos mariposas o peces con redes. Ahora capturamos drones", se escucha explicar a uno de los uniformados en la grabación.

La imagen distópica de una ciudad que poco a poco se cubre de redes antidrones es un reflejo de la revolución que están generando los aviones no tripulados (Auv) en el frente bélico de Ucrania y por ende en quienes los sufren, en este caso la población de Jersón, la principal urbe del país europeo sometida al acoso diario de estos aparatos.

"Techar" la urbe

Jersón se creía protegida por el muro de interceptación electrónica que había erigido pero la proliferación de AUVs y la aparición de los últimos modelos accionados por cables de fibra óptica -capaces de superar esas medidas- obligaron a las autoridades locales a complementar esa estrategia: "techar" una amplia zona de la urbe y de la región del entorno con redes antidrones, en lo que quizás sea el proyecto más ambicioso del país en este sentido.

"Nuestro proyecto es cubrir 260 kilómetros en toda la región. De ellos, 60 estarán en la ciudad. Ya hemos colocado 34 kilómetros, protegiendo calles y edificios estratégicos como un hospital o la estación de tren", agrega Olga Malyarchuck, mientras a pocos metros se escuchan las salvas de los morteros ucranianos, enfrascados en un violento duelo con la artillería rusa.

"Quiero señalar que las redes antidrones no son la panacea contra los drones rusos. El método más eficaz sigue siendo la guerra electrónica", le secunda el alcalde de la población, Yaroslav Shako, que la acompaña en su periplo callejero.

El plan comenzó a implementarse a finales del año pasado, limitado a emplazamientos claves, pero la iniciativa tuvo que acelerarse tras la acometida de finales de agosto contra la M-14, que dejó varios conductores heridos y desató la alarma, ante la posibilidad de que la acción de los AUVs impusiera un bloqueo de facto de la población.

La M-14 es la única autopista que conecta Jersón -donde todavía residen unas 60.000 personas de lo que fue una urbe de más de 280.000- con Odesa, y es su principal vía de suministro de alimentos y logística.

Los rusos lanzaron apresuradamente la proclama de que habían conseguido establecer el "primer asedio con drones" de una ciudad en la historia militar y hasta el ex diputado ucraniano Ihow Lutsenko habló de "un semicerco con drones".

Las citadas afirmaciones no pasaron de ser una mera conjetura lo cual no ha impedido que la existencia de Jersón cada día parezca más una visión "surrealista" -expresión del residente local Roman Vashchenko- de lo que podrían ser las metrópolis en la nueva era de la primacía bélica.

Aquí los recogedores de basura trabajan protegidos con cascos y chalecos antibalas. Lo mismo que los que manejan los autobuses públicos, las ambulancias, los técnicos que reparan los cables de luz o los bomberos. Para la mayoría de ellos, los detectores de AUVs -unos pequeños aparatos que no cesan de encrespar el ánimo con el pitido constante que indica la presencia de los aviones no tripulados- son ahora algo tan común como la cartera o las llaves de casa.

Las estadísticas oficiales inciden en el castigo diario al que está sometida esta región, que sufrió el ataque de casi 10.000 AUVs en agosto. Si hace un año, los asaltos de este tipo se medían en centenares por mes, ahora son miles (unos 2.500) por semana.

Según el portavoz de las fuerzas militares desplegadas en la provincia, Vladyslav Voloshyn, los rusos movilizan una media de 250 y 270 drones por día en Jersón y sus alrededores. Las llamadas "zonas rojas" de la urbe, que antes se limitaban a los barrios vecinos al cauce del río, cada vez abarcan más territorio. En el mismo centro de la localidad, las ruinas del edificio de la administración regional -que fue parcialmente destruido por varias bombas de cientos de kilos en junio- permanecen erguidas como testigo del acoso de la artillería y los AUVs rusos contra este núcleo urbano.

"Desde principios de este año, 110 personas han muerto en ataques de drones en la región de Jersón, incluidos dos niños: uno de un año y otro de 11. Otros 1.024 han sido heridos. No son muertes accidentales, sino una táctica selectiva de Rusia. Siguen eligiendo a los civiles como objetivos. Les da igual a quién vean en el monitor (del piloto del AUV): jubilados yendo al mercado, niños paseando o una ambulancia", indica Oleksandr Tolonnikov.

Bajo esta dinámica disparatada, el uso de mallas antidrones se está convirtiendo en una práctica cada vez más común en las zonas de enfrentamiento bélico. La primera ministra de Ucrania, Yulia Svyrydenko, anunció a finales de septiembre todo un programa para equipar con estos particulares "túneles" las principales carreteras en las regiones del frente.

Un soldado ucraniano haciendo guardia cerca de unas redes antidrones, en la región de Donetsk.

Un soldado ucraniano haciendo guardia cerca de unas redes antidrones, en la región de Donetsk.ROMAN PILIPEY / AFP

Según la agencia ucraniana Suspiline, la administración de Donetsk -una de las provincias del este de Ucrania donde Rusia inició su intervención en 2014- adquirió en mayo pasado 80.000 metros cuadrados de este tipo de mallas. El proyecto de Jersón ya ha supuesto un desembolso de más de 500 millones de grivnas (unos 11 millones de euros), según precisó en septiembre Oleksandr Prokudin, máximo responsable del área.

Los pasadizos de redes antidrones han comenzado a aparecer en otras localidades como Orihiv, en Zaporihia, o en Sumy, en el norte del país.

Muy a su pesar, Ucrania se ha convertido en el principal laboratorio de prueba para diseñar las estrategias que se usarán en el futuro en las confrontaciones armadas. Oleksandr Tolonnikov reconoce que su atribulada experiencia puede servir de ejemplo para el "muro antidrones" que pretende levantar la Unión Europea ante las repetidas incursiones de AUVs rusos.

"No deseamos que nadie experimente lo que está ocurriendo en Jersón. Pero siempre será mejor estar preparados. Europa puede aprovechar nuestra experiencia sin tener que sufrir nuestras pérdidas. Hemos recopilado todas las soluciones que han demostrado ser eficaces en un solo manual", añade.

Aunque en el caso de las redes antidrones, los ucranianos tan sólo se han recurrido a una táctica cuyo primer uso se difundió a través de los canales de redes sociales rusos, que revelaron como diferentes localidades de ese estado comenzaban a principios del año pasado a proteger sus instalaciones estratégicas con mallas o armaduras metálicas contra los AUVs. Las medidas se pensaban implementar no sólo en las regiones fronterizas con Ucrania sino en lugares tan apartados como Murmask, cerca de Finlandia.

Las imágenes han llegado a mostrar bloques enteros de apartamentos protegidos por estas mallas en la ciudad de Shebekino, en la zona fronteriza de Belgorod.

El hostigamiento de los rusos a Jersón se intensificó durante el verano. A principios de agosto, las fuerzas enemigas bombardearon el único puente que une la metrópoli al barrio de Korabel, situado en una isla natural en medio del Dnieper, dejando aislado al suburbio.

A principios de septiembre, los AUVs aumentaron el lanzamiento de pequeñas minas "pétalo" -tienen esa forma- en las carreteras y aceras, hiriendo a varios viandantes.

"Parecen hojas y en otoño, cuando hay muchas hojas en el suelo, es muy difícil distinguirlas. Su uso está prohibido por la legislación internacional", precisa Andriy Kovany, portavoz de la policía local.

Según Oleksandr Prokudin, al menos tres personas -incluido un niño- han fallecido desde principios de este año al accionar uno de estos artilugios y otro medio centenar han sufrido amputaciones o heridas de diferente tipo.

La conexión de autobús con Korabel es una de las que ha tenido que suspender la compañía donde trabaja Maxim Dwak desde hace 15 años. Son las 15:00 y el conductor de autobuses apaga su cigarrillo, se coloca el chaleco antibalas y se sienta frente al volante del vehículo de la línea 5. Las grietas del parabrisas y la ausencia de varias ventanas -sustituidas por placas de plástico- son un recuerdo de la decena de ocasiones en que este mismo transporte ha sido objetivo de los drones.

Los autobuses municipales han sido bombardeados por las granadas que sueltan los AUVs en incontables ocasiones. Al menos cuatro pasajeros han muerto en estos sucesos desde principios de año, y decenas más resultaron heridos. Entre estos últimos figuran cuatro conductores de vehículos.

"Yo he sufrido cinco ataques y mi compañero (se turnan en la ruta) otros cinco", apunta Maxim, al tiempo que hace sonar Stefania, la conocida melodía de la orquesta Kalush que representó a su país en Eurovisión. La música sirve para arrinconar la desazón que genera una rutina diaria que le lleva a viajar a metros de la línea del frente -el río-, pasando por delante de edificios desventrados, ruinas, coches calcinados y restos de cohetes empotrados en el asfalto.

La línea 5 une el centro de la ciudad con el barrio de Dniprovsky, la última parada que cubre la compañía. Un desquiciado paseo por la mayoría de las llamadas "zonas rojas". "Antes también viajábaos a Antonivka (otro arrabal más al este de la ciudad), pero ahora es demasiado peligroso", apunta.

Aquí no han llegado todavía las mallas anti AUVs, una circunstancia que incomoda claramente al trabajador público. "¿Sabe cuánto gano al mes? 12.500 grivnas (unos 250 euros)", asevera.

Conforme avanza, Maxim va señalando a edificaciones derruidas o marcadas por los impactos de la metralla. El Instituto Pedagógico, el Teatro de Marionetas, la principal imprenta de la villa.. Al pasar junto a la carcasa de un automóvil devastado por el fuego, el ucraniano recuerda que "antes había un montón de coches quemados en el camino, pero la alcaldía los ha recogido".

A los pocos minutos, el autobús cruza una intersección donde se divisan los restos de un misil Grad. Maxim se encoge de hombros y dice: "esta mañana, quince minutos después de que yo pasara con el autobús. La explosión mató a un hombre que paseaba en bicicleta".

Recolectores de basura, en Jersón.

Recolectores de basura, en Jersón.J. E.

La resignación es la última barrera defensiva mental de la mayoría de los residentes de Jersón. Las autoridades han decidido elevar el espíritu pintando con flores de vivos colores o caricaturas repletas de sonrisas, los búnkers de cemento donde se guarecen los pasajeros.

Pero el "camuflaje" no engaña al raciocinio. "Lo nuestro es una ruleta rusa. Sales por la mañana y no sabes si volverás vivo por la noche", agrega Dwak.

Una de las pasajeras, Alevtina, de 54 años, regresa de trabajar. Reconoce que usar el autobus "es muy peligroso". "Pero es más peligroso ir andando por esta zona (un espacio batido de forma constante por los drones). Ahora en cuanto me baje, tengo que correr para esconderme en casa", manifiesta antes de que se la vea partir a toda prisa para cruzar la calle.

Pese a que las explosiones son un sonido recurrente -una banda sonora permanente durante las noches-, la población que sigue aferrada a la villa parece haber normalizado lo imposible: convivir con el espanto cotidiano de la guerra.

"Un lugar inhabitable"

"El verdadero objetivo de los ocupantes es convertir Jersón en un lugar inhabitable. Así es como puedo explicar los constantes ataques a las instalaciones energéticas. Y no solo hablamos de drones. Este es uno de los métodos de terror. Pero nuestro pueblo ha demostrado su resiliencia a pesar de los constantes ataques. Siguen aquí, en la ciudad, en sus casas", manifiesta el alcalde, Yaroslav Shanko.

Los medios locales han descrito a Jersón "como la ciudad más peligrosa de Ucrania" dada la cercanía de las posiciones rusas. Como las redes anti drones son totalmente inefectivas contra los disparos de cohetes, artillería y tanques rusos, que también golpean a diario la población, los responsables del lugar han tenido que reconducir muchas actividades al subsuelo. Desde el hospital -donde han habilitado una sala de maternidad bajo tierra donde en los cuatro primeros meses del año nacieron 65 bebés, según la contabilidad del centro-, a los conciertos, centros de recreación infantil, representaciones culturales o la emisora local, que ahora funcionan en refugios ocultos debajo de la superficie.

"Las mujeres siempre han dado a luz durante las guerras, incluso durante la Segunda Guerra Mundial", explicaba Natalia Mokrakova, de 36 años, durante la última visita del periodista en abril, restando significación a su atribulada vida cotidiana.

Para ella, haber traído al mundo a Nikita, que descansaba en una cuna a su lado, eclipsaba cualquier posible aprehensión que pudiesen generar la violencia que se registra en la superficie.

El conocido dramaturgo local, Oleksandr Knizh, consiguió organizar en agosto una edición más del Festival Internacional de Teatro de Jersón, recurriendo a otro de los búnkers de la localidad, donde habilitó una sala para casi un centenar de asistentes.

"No podemos distribuir carteles ni publicar en redes sociales dónde y cuándo se realizará la función. Pero hemos creado canales cerrados (en WhatsApp) donde anunciamos lo que vamos a hacer", explicó.

Valentina Moisakova, la responsable del salón de belleza Buono -uno de los que han quedado protegidos por las nuevas redes tendidas en las calles del núcleo urbano-, reconoce que siempre tiene el mismo número de clientas.

"Una decena al día. Da igual si bombardean o si caen drones. Ayer hirieron a una señora ahí al lado, pero ya ve, estamos llenos", afirma mientras aclara el pelo de un fémina, y otra espera su turno. En la habitación de al lado, una tercera se acicala las uñas.

La peluquera no parece muy segura de la eficacia de las redes anti drones. "¿Qué ocurre si el dron se mete dentro? No hay posibilidad de escapar porque todo está cubierto de mallas", inquiere.

Pero de inmediato, regresa a su defensa de la estética, por encima de cualquier otra consideración. "A las mujeres de Jersón les gusta estar guapas, con guerra o sin ella", sentencia.